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¡Esas filas!

Me parten el alma esas largas filas de gente menesterosa que espera bajo agua, sol y hambre un pan, un juguete o una botella de ron a cambio de un voto futurista o de una fotografía que ha de aparecer en los periódicos.

Me parten el alma y al mismo tiempo me llenan de indignación. Creí, ingenuamente, que habíamos superado esos métodos de hacer política.

Pero no. Trátese de la Navidad, de los Reyes Magos, de las fiestas patrias, del día de las Madres o de la proximidad de las elecciones, todas ellas son fechas propicias para estrujarles su dura realidad a los más pobres y decirles: “Aquí estoy yo, tu chapulín colorado, para comprarte el corazón. No lo olvides, ya eres mío, y en su momento oportuno yo me encargaré de recordártelo”.

¡Esas filas, esas filas! Testimonio son de nuestra miseria económica, pero peor aún, de nuestra miseria humana y espiritual. ¿Hasta cuándo?

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