¡Esa droga llamada alcohol!

¡Esa droga llamada alcohol!

¡Esa droga llamada alcohol!

*Por Raddamés de la Rosa

La muerte de cinco adolescentes menores de  18 años en la madrugada del pasado domingo 15,  ha consternado a la sociedad dominicana, en especial a  la de San Francisco de Macorís. Desde Casa Abierta nos unimos al  dolor de estas familias. Sin embargo, este trágico evento también debe servir para profundas reflexiones y aprendizajes.

En  mensajes de voz y videos los adolescentes evidenciaban que la temeridad juvenil estaba exacerbada por el consumo de esa droga llamada alcohol. Ellos,  casi que resignados,  anunciaban su muerte, conscientes de la velocidad a la que circulaban.  No eran  capaces de  entender  que estaba en sus manos evitarlo.

Alcohol y tabaco son las peores drogas que consume hoy la humanidad. El consumo excesivo de estas sustancias  son verdaderas epidemias que llevan a la discapacidad y la muerte a muchas personas, en su mayoría adolescentes y jóvenes.  Sin embargo, se nos sigue  vendiendo la falsa idea de que el problema mayor son las sustancias ilegales, demonizadas en extremo.

En sociedades que tienen autoridades responsables, se hacen estudios que evidencian que los consumos de alcohol son incomparables  con los de otras sustancias.  Por ejemplo en España   el  consumo de alcohol oscila entre el 41.5 % y el 63.8 %. Mientras que otras drogas  ilegales  se consumen en un rango de 1.4%.

Pero además el 90% de los que consumen otras sustancias también consumen alcohol.  En términos de impacto para la humanidad el 12% de las muertes en el mundo son por el consumo  tabaco (8.8%),  y alcohol,  3.2%. Mientras las muertes por todas las drogas ilegales juntas (marihuana o cannabis, anfetaminas, éxtasis, cocaína, heroína y otros derivados del opio, crack,…), son el  0.4%.

La legislación dominicana sobre drogas ni siquiera menciona el tabaco y el alcohol como sustancias peligrosas. Estas incoherencias han llevado a la falsa percepción de que el alcohol no es una droga, a pesar de que en los accidentes de tránsito un alto porcentaje están vinculados al consumo excesivo de alcohol.   En nuestras familias somos las  personas adultas las que enseñamos a nuestros jóvenes a consumir alcohol.

Es tiempo de que hagamos conciencia de que el alcohol no solo es una droga, sino una de las más peligrosas y perjudiciales para  la sociedad, en especial para nuestros jóvenes.

Murieron cinco jóvenes, pero el saldo pudo ser peor. ¿Dónde estaban las autoridades de las carreteras a las horas en que esos muchachos viajaban a más de 180 km/hora, sin que nadie le detuviera? ¿Cómo es que estos adolescentes podían comprar alcohol con tanta facilidad, y  en la madrugada?

Estos cinco   jóvenes son víctimas inocentes de nuestras  incoherencias e   indolencias. Un llamado de atención, en primer lugar, a las autoridades que parecen haber  desertado de sus  obligaciones de hacer cumplir las regulaciones para la venta y consumo de alcohol, y el control de velocidad en las carreteras.

Pero lo más importante, de su responsabilidad,  para generar espacios educativos para construir una cultura de la abstención del consumo mientras se conduce. En la familia debemos entender que es nuestra responsabilidad enseñar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes los peligros del consumo de alcohol.  Debemos trabajar en educación para la salud y habilidades para la vida.

En las comunidades, las organizaciones sociales y de vecinos debemos ser los primeros vigilantes para que se cumplan las regulaciones que prohíben la venta a menores de edad de esa droga llamada alcohol.  Es un imperativo de  toda la sociedad, en especial de nuestros dirigentes,  una responsabilidad ciudadana, impedir que el alcohol no siga arrebatando a nuestros jóvenes.



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