Evadirse del país, o en el país, y borrar el rastro parece que se ha vuelto una acción bastante efectiva si lo juzgamos por algunos casos recientes, como el de un reo de la justicia que se escapó en una operación armada que causó muy pocos daños personales, mientras era trasladado a un tribunal de San Pedro de Macorís.
En realidad se fugaron dos personas, pero una se entregó a las autoridades y la otra no. El ocurrió en agosto pasado y el presidente Luis Abinader invitó al fugitivo a entregarse de la manera que le pareciera más conveniente y todavía lo están esperando a pesar de que el hecho es de finales de agosto pasado.
Un caso patético
‘Kiko la Quema’ es otro caso, un poco más reciente, de lo aparentemente fácil que resulta hacerse invisible o irse del país sin dejar rastros.
Pero no son los únicos, ¿recuerda alguien el caso Quirinito? Se hizo el enfermo terminal para conseguir una resolución favorable en un tribunal, salió de la cárcel y se hizo muerto, pero hasta ahora nadie ha visto sus restos.