Las nuevas directrices del Foro Nacional de Obesidad, en el Reino Unido, indican que las futuras campañas contra la obesidad deberían ser «más contundentes», similares a las que se han hecho en Estados Unidos para alertar a los fumadores sobre los efectos nocivos del tabaco.
En EE.UU. se ha debatido sobre si tratar la obesidad como al tabaquismo, al tiempo que los investigadores siguen buscando la manera más eficaz de mejorar los resultados en la salud.
Como antiguo fumador, Dan Gilmore se dio cuenta del poder que tuvieron los mensajes y las fuertes imágenes de las campañas en el cambio de su comportamiento.
«En algún momento, la gente te decía: ‘¿Podrías salir a la calle a fumar?’ o ‘Tengo alergia al humo’. Comienzas a sentir la presión social», dice Gilmore, presidente emérito del Instituto Hastings, un centro dedicado a la bioética y las políticas públicas.
Las campañas frontales y directas del pasado, dice, efectivamente convencieron a mucha gente que sus acciones molestaban a terceros y planteaban un grave peligro para ellos mismos.
Cuando se trata de la obesidad, dice, «el público no ha sido aterrorizado tan exhaustivamente».
Pero él todavía está tratando de dar con el balance adecuado -el «estigma ligero»- para motivar a la gente sin alienarla.
Ojo con estigmatizar
Los especialistas consideran que la estigmatización es un gran riesgo cuando se trata de campañas contra la obesidad. Las investigaciones muestran que aquellas iniciativas que hacen que la gente se sienta mal consigo misma a veces tienden a ser contraproducentes.
«Las campañas que se centraron principalmente en el peso corporal o en el número de la balanza, o los ya usados y controvertidos enfoques contundentes para llamar la atención, son mensajes que tendían a culpar o estigmatizar a las personas por su peso», dice Rebecca Puhl, directora adjunta del Centro Rudd de Política Alimentaria y Obesidad de la Universidad de Yale.
«Y no resultaron eficaces. La gente reacciona mejor a las campañas que abordan una específica actitud frente a la salud, en las que pueda participar, comprometerse, independientemente del tipo de cuerpo que tenga».
De hecho, una exfumadora y antigua entusiasta de las dietas dice que hay ya un nivel de estigma en torno al peso.
«La gente no se burlaría abiertamente de mí por ser fumadora, pero sí lo hacen porque estoy gorda», dice Lesley Kinzel, editora del sitio web XOJane.co.uk y autora del libro «Two Whole Cakes: How to Stop Dieting and Learn to Love Your Body» («Dos pasteles enteros: Cómo dejar de hacer dieta y aprender a amar tu cuerpo»).
Y, sin embargo, dice, es más difícil de señalar a aquellos que sufren de enfermedades relacionadas con la obesidad que identificar a los fumadores.
«Las personas quieren asociar ciertos comportamientos con la gordura, pero en la vida real la gente gorda exhibe una amplia gama de distintos comportamientos, independientes de sus hábitos de alimentación y actividad física. Si usted es fumador es porque usted fuma cigarrillos».
Los complejos y numerosos factores que rodean la obesidad y el hecho de que la obesidad en sí misma no es un comportamiento sino un estado del ser, hace difícil comparar las dos clases de campaña, dice Scott Kahan, director del Centro Nacional del Peso y Bienestar, en el Reino Unido.
Al mismo tiempo, dice, hay lecciones que pueden aprenderse de las campañas antitabaco.
«A veces la gente cae en la trampa de mirar hacia atrás, a los esfuerzos antitabaco y decir: ‘Lo que hicimos fue avergonzar a la gente hasta el punto de no fumar más e hicimos campañas contundentes sobre no fumar'», dice Kahan.
«Pero eso fue el punto central de lo que hicimos con la epidemia de tabaquismo».
Lo que demostró ser exitoso en EE.UU. fue un enfoque complejo y multifacético, dice Kahan.
«El tabaquismo fue abordado de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba», dice.
Un punto clave fue la educación, la cual se manifestó en campañas de conocimiento público como el informe del surgeon general -la máxima autoridad oficial en materia de salud en EE.UU.- que delineaba los peligros de fumar. También hubo un aumento en las iniciativas educativas en las escuelas y lugares de trabajo.
Por otro lado, afirma Kahan, hubo cambios que crearon «un entorno donde fuese más fácil no empezar a fumar o dejar de fumar», dice.
Esto incluyó mayores impuestos a los cigarrillos, restricciones sobre cómo estos productos pueden ser comercializados y vendidos, y la creación de más áreas libres de humo, como en restaurantes y bares.
De hecho, Kinzel dejó de fumar cuando los gastos y las molestias de fumar empezaron a acumularse. «En cierto momento se hizo demasiado inconveniente», dice ella.
Asunto de salud, no de balanza
Mientras que EE.UU. ha visto grandes caídas en las tasas de tabaquismo, los números de la obesidad no se han reducido de forma significativa y, en muchos casos, siguen aumentando.
Eso tiene a investigadores estadounidenses centrados ya no en cambiar los números en la balanza sino en el fomento de conductas saludables.
«La apariencia exterior de la obesidad es un elemento de distracción y una cortina de humo», dice Kahan. «Si usted toma a alguien que tiene evidente sobrepeso y lo pone a trabajar duro y a hacer lo que tiene que hacer y pierde 10% de su peso corporal, esa persona -con mayor frecuencia que las que no- verá tremendas mejoras en la salud y en sus funciones».
«Al mismo tiempo, esa persona sigue siendo gorda. Y la seguimos señalando con el dedo para que pierda peso, y eso no es realmente necesario».
Si bien el objetivo de las campañas contra el tabaco era que la gente dejara de fumar, las campañas dedicadas a la obesidad buscan un resultado menos tangible.
«El objetivo del tratamiento de la obesidad no es necesariamente tener un peso normal. Es más moverse en una dirección en la que la salud mejore de forma significativa».
Para tal fin, señala Puhl, las campañas deberían centrarse en las conductas para mejorar la salud, no en las dimensiones del cuerpo.
Motivar a la gente a comer mejor y a moverse más tiene efectos beneficiosos para todos, dice, no sólo para la gente obesa.