Ser acusado de cometer o propiciar acciones que la naturaleza propia repudia, causa una espontánea reacción de crispación con las consecuentes muestras de indignación.
Cualquier Presidente que se precie de demócrata tiene que sentirse, primero, sorprendido, luego molesto y finalmente preocupado si sectores sociales relevantes empiezan a tildar su gestión de “dictatorial”.
Nos atrevemos a decir que el presidente Danilo Medina ha fraguado su carrera política al ardor de los principios de la democracia y, además, proveniente de una escuela política empeñada en llevar al país al mejor de los estadios materiales e institucionales posibles.
En varias ocasiones, el presidente Medina ha dado demostraciones de que escucha y que incluso es capaz de variar decisiones tomadas cuando se le demuestra que hay mejores caminos o en pro de la concordia social.
Pero torpezas cometidas por algunos cercanos al Presidente de la República le han dado argumentos a los que han empezado a acuñar el término de “dictadura” como parte del discurso crítico hacia el Gobierno.
Este es un buen momento para que el Presidente tome distancia de sus colaboradores que no actúan conforme a la prudencia propia del mandatario o de los lineamientos democráticos bajo los que se formó.
El Presidente podría liberar mucha presión social con solo hablar reafirmando sus convicciones democráticas.
Eso no logrará evaporar el discurso opositor, pues hemos entrado de manera atropellante a un adelantado periodo de campaña electoral, pero al menos le llevaría cierto sosiego al ciudadano que cada mañana se levanta a trabajar para llevar el pan a la casa.
El presidente Medina, y lo repetimos para que quede claro, tiene la oportunidad de hablarles a los ciudadanos y desmarcarse de acciones y pronunciamientos de funcionarios del Ejecutivo y del Legislativo que han venido a darles argumentos a quienes alertan sobre peligros de la instauración de una “dictadura”.
