Érika: La madre que encontró esperanza tras la tormenta

Tras perder un embarazo y vivir la incertidumbre de la pandemia, Érika abrazó la maternidad desde el duelo y la esperanza. Hoy, su hija Mara le recuerda cada día que el amor puede renacer incluso después de la tormenta.
Santo Domingo.- Para Érika Ferreras, la maternidad llegó en medio del miedo, la soledad y la confusión que trajo la pandemia del COVID-19. Pero también llegó cargada de amor, de deseo y de un sueño que había acariciado durante años.
“Mara fue una niña muy deseada. Más deseada que el mismo COVID”, dice entre risas la estilista dominicana conocida como @afro.disiaka, experta en cabello rizado y ahora también en el arte de criar con ternura a una niña que pregunta mucho, juega y lo llena todo de vida.
Lea también: Faride Raful: “Mi rol más importante es ser mamá”
Mara, su hija de tres años, no es solo una niña feliz: es una bebé arcoíris, como se llama a los hijos que llegan tras una pérdida gestacional. La luz que aparece después de una tormenta.

“Ya venía de un proceso muy cuidadoso, porque había perdido un embarazo anterior”, cuenta Érika a El Día con esa serenidad que sólo da el tiempo y el amor.
“Con Mara quisimos hacer todo lo posible para que fuera un embarazo más tranquilo, más cuidado”.
Y así fue. Pero no fue fácil. Erika recuerda el miedo a contagiarse, las citas médicas limitadas y la angustia constante durante el tiempo de pandemia.
“En mi primera cita, todo estaba muy cuadrado. Me levantaba temprano, salía rápido, evitaba el contacto con otras personas. Tenía que protegernos a las dos”, recuerda.
Aunque no tuvo grandes malestares físicos, la carga emocional era profunda. El miedo, el aislamiento y el duelo anterior seguían ahí. Pero todo cambió cuando vio por primera vez la carita de su bebé.

“Fue muy emocionante. Ella fue muy esperada. Muy amada. Más que el COVID”, repite con una mezcla de alegría y nostalgia.
Una vida caóticamente hermosa
Hoy, Érika vive los días entre rutinas, juegos y desafíos cotidianos. Se despierta a las cinco de la mañana, prepara la comida de Mara, su lonchera, y organiza cada detalle con amor.
“Me da ansiedad no tener claro qué va a comer. Porque ya no pienso solo en mí. Ahora todo gira en torno a ella”.
La maternidad, reconoce, no es perfecta. Hay días difíciles. Recuerda el momento en que recibió una llamada del colegio: Mara se había caído y necesitaba puntos de sutura.

“Llegué al hospital y la vi ahí, con un trapito en la barbilla. El susto fue tan grande que me dio un vacío en el estómago”.
También están las batallas pequeñas, como cuando Mara no quería lavarse el pelo por una semana. “Pero uno agradece hasta ese cansancio. Porque es el cansancio que le pedí a Dios”.
Renacer desde el amor
Para Érika, ser madre ha sido una transformación total. “Antes mi día dependía de mí. Ahora todo es por ella, para ella. Ser madre es como tener el corazón fuera del cuerpo”.
Habla de las frases que Mara ha creado, de sus ocurrencias, de cómo ha transformado su hogar. Habla como lo hacen quienes han amado y han perdido, y por eso conocen el valor de cada instante.
“Yo digo que Mara me hizo madre dos veces: la primera vez desde el duelo y la segunda desde la esperanza”.

Érika defiende con firmeza el derecho a decidir si se quiere o no ser madre, pero en su caso, asegura que ha sido una de las experiencias más profundas y hermosas de su vida.
Etiquetas
Artículos Relacionados