
El laberinto perfecto
El que pide morirse mañana, porque se siente atrapado en el límite de su cordura, está pidiendo algo absolutamente imposible; y ese deseo, tan triste y devastador, nunca podrá materializarse, aún lo haga en su momento, con determinación, sinceridad y vehemencia.

El mañana está concebido como un laberinto perfecto, un paso a otra dimensión cuya entrada tiene una puerta maravillosa, alucinante, con luminosidad febril. Ante esa puerta, abrumados y sin orientación, todos se detienen sin saber qué hacer, porque es una ilusión. No existe.
El paciente inesperado
Un poema basto, torpe y retorcido necesitaba recomponerse, irradiar luz, conquistar fama; y por eso se presentó ante el cirujano plástico con mayor demanda de la ciudad.
El cirujano vio con lástima el esperpento poético y dijo:
—No soy Pablo Neruda, creo que se equivocó de lugar.
Confesión
Tengo un amigo que me contó una historia muy particular. Hace varios meses de eso y todavía me sobrecoge, cuando lo recuerdo.
Una mujer y yo —me dijo con la mirada empañada de nostalgia, y sin mencionar su nombre—, hasta hace poco nos veíamos muy frecuentemente.
Éramos discretos y muy felices, sin temor a los peligros y las sorpresas, sobre todo a sorpresas ante la impredecible reacción por parte del esposo, que no le quitaba los ojos de encima a su joven y esbelta mujer, digna de sustituir a Venus en el imaginario colectivo, debido a su deslumbrante belleza.
Un día, por razones que no vienen al caso explicar, el esposo quedó ciego, lo despidieron del trabajo. En fin, quedó destrozado y su nueva vida, entre frustración y tropiezos, se volvió un círculo; y ahora, que él no puede verla, porque perdió el control de la realidad y la noción del tiempo, pensé de manera razonable que tendríamos más libertad, pero ella, sencillamente, tomó una decisión oscura y le dedica todo su tiempo a él; y a mí me evita. Cuelgo cuando marco a su teléfono móvil, porque timbra varias veces sin que levante la llamada. ¿Ya no quiere verme? ¿Qué ocurrió? ¿Se habrá arrepentido?
En un punto de nuestra conversación pensé que el hombre ante mí, abatido, me diría el nombre de aquella mujer; y lo escuchaba atento, esperando ese momento. No lo hizo; y mientras lo miraba fijamente dijo: No sé qué la hizo tomar esa decisión tan drástica. Y en medio de mi soledad, te lo confieso, no es que me sienta solo. Eso no me aflige tanto. A mí ya nada me importa. Dime tú, amigo, ¿qué puedo hacer? Sin ella pierdo la vida y siento que hace tiempo mi corazón se convirtió en una sombra que palpita en mi pecho. El abandono de ella me dejó vacío.
El aprendiz
Un joven, lleno de ímpetu y sueños, quería ser cantante, un artista de renombre mundial, admirado con loca pasión. Así que, para ganar confianza y dominio de las técnicas escénicas, baile y de canto, contrató a un excelente profesor de interpretación.
Y el primer día de entrenamiento, el profesor, mirándolo fijamente, le dijo:
—Antes de que seas famoso, engreído y lleno de éxito en esos días luminosos, cuando te recogerán en limosina y durante tu primera gira mundial te hospedes en hoteles de lujo… antes de que se te llenen los oídos de ovación y el estruendo de los aplausos, antes de que todo eso ocurra te voy a enseñar la parte que el público aplaude con fervor y de pie, cuando termina la presentación de un artista. Se trata de un momento mágico.
El aprendiz, intrigado, le dice:
—Vamos, estoy ansioso de conocer esa parte.
El profesor dijo:
—Mira con atención. Tienes que practicar cien veces al día esto que te voy a enseñar.
Y de frente, el profesor se inclina ante su pupilo, varias veces, despacio, hasta hacer con el cuerpo una auténtica reverencia de respeto y gratitud, manteniendo en cada inflexión, la vista clavada en el piso.
Esplendor
La mona sabe que cuenta con el tiempo a su favor. Antes de las doce de la noche y delante del espejo, celebra emocionada que se ve regia con su elegante vestido de seda. Sin duda causará sensación cuando llegue a la fiesta. En medio de su delirio estampa una sonrisa tipo Gioconda en su rostro, pero igual. Nada altera la imagen con la que se engaña; y mona se queda, con su deslumbrante collar de perlas y vestida de seda.
Mensaje del pasado
El símbolo de la arroba lo inventó un artesano árabe.
El uso se propagó con rapidez, pero el nombre de su autor quedó atrapado entre las sombras de la prehistoria.
Hay noticias que la @ tuvo un uso en el comercio desde el siglo XVI, como unidad de peso y medida.
El origen del nombre viene de la palabra árabe “ar-rub”, que en español quiere decir “cuarta parte”.
En realidad, ese anónimo artesano árabe tuvo una visión y envió a viajar el símbolo a través del tiempo; y lo hizo a sabiendas de que esa “a” encerrada en un círculo abierto —o con un rabillo de gusano— llevaba un mensaje implícito.
El mensajero y el mensaje viajaron a través de los siglos y en 1971 el ingeniero de software Ray Tomlinson —y también pionero de la era digital—, logró desentrañar el mensaje, y sin pérdida de tiempo introdujo de manera universal el uso del símbolo de la @ asociándolo a la informática y con esa trascendente misión logró viabilizar con éxito la masificación del correo electrónico y el tráfico eficaz de informaciones entre millones de usuarios de las redes sociales.
El ingeniero de software, Ray Tomlinson, feliz de su hazaña y agradecido de un artesano árabe, a quien nunca conoció, atinó a decir:
—Misión cumplida.
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Rafael García Romero
Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega ...