La casa de la doctora Ana María Polo es una pequeña mansión de dos plantas, en una de las tantas islas del sur de Florida, Estados Unidos.
La abogada cubanoestadounidense, una de las 25 personas más influyentes del mundo hispano según la revista People en español, nos recibe con un ruidoso beso en la mejilla. Esa es la manera más fácil que tiene un cubano de decirte que no se cree importante.
Llueve en Miami, con una lluvia suave. Para ser exactos, el agua cae casi sin ganas, como si lloviera por compromiso.
El «Anita»está amarrado al muelle y no saldrá hoy de paseo. Salir al mar en su bote, al menos una vez a la semana, es una de las cosas que a la Dra. Polo le dan más placer. Y jugar billar todos los días.
«Todos los días, como a las 4 de la tarde», dice para más precisión.
Este año la doctora Polo cumple 18 años al aire con «Caso Cerrado», un programa de televisión que en América Latina se ve en más de 20 países, desde el río Bravo hasta la Patagonia. Y que no es menos popular entre la extensa comunidad hispana en EE.UU.
En los momentos de más rating del programa, ella llegó a ser la única presentadora de la cadena estadounidense Telemundo en tener tres horas diarias en la parrilla.
Pocos formatos televisivos han sido tan populares como los shows de tribunales, donde los abogados como ella sirven de árbitros para resolver demandas.
Demandas que pueden ser reales o ficticias, como explicará la abogada más adelante, pero a las que casi nunca les falta una buena inyección de drama.
Un promedio de alrededor de un millón de latinosmiran «Caso Cerrado«diariamente, según la producción del programa, mientras otros siete millones lo ven cada mes desde el canal de la abogada en YouTube.
«No sé por qué la gente se engancha. Podría ser mi forma de manejar los casos. Hay una magia difícil de explicar: si yo tuviera la respuesta, hubiéramos hecho diez mil shows más».
La doctora Polo está sentada en el sofá de uno de sus living rooms. El maquillaje es breve. El pelo está recién arreglado.
Llegar a conocer a la persona detrás del personaje es sumamente difícil.
Trump es lo más horrible que le ha sucedido a EE.UU. en los últimos 50 años. Y me estoy preparando para que lo reelijan, porque creo que va a suceder.
«No hay nada más bello que la privacidad del ser humano», afirma.
Y le suma a esto que la mujer de la vida real, la que ella es cuando se apagan las cámaras, no es muy distinta de la que golpea con determinación el famoso mazo de madera, después de resolver una disputa.
«Yo soy lo que ves en ‘Caso Cerrado’. Si vienes a contarme un problema, es porque quieres que te diga mi opinión. Como persona soy de pocos amigos y bastante hermética», confiesa.
De Cuba a EE.UU.
En la casa de la abogada no hay pared desnuda. Mijares, Cundo Bermúdez y Pablo Carreño se repiten en hermosos lienzos de distintos tamaños.
Del piso también se levantan algunas esculturas, como una interpretación en madera y metal de la Torre Eiffel, que ocupa un lugar de privilegio en el salón.
«La torre del viejo», dice la Dra., con un tono medio solemne.
El «viejo», el que hizo la escultura, era su padre. Un empresario cubano ya fallecido que, en 1961, emigró con ella y su madre a EE.UU. Ella tenía solo 2 años.
Le preguntamos qué piensa de la manera en que el gobierno de Donald Trump está manejando el tema de la emigración.
«Trump es lo más horrible que le ha sucedido a EE.UU. en los últimos 50 años. Me molesta que tilde a todos los latinos de criminales y violadores. (Bajo su mandato) este país está viviendo un ambiente muy negativo, que me entristece».
La abogada fue uno de los tantos famosos que dijeron que abandonarían el país si Trump era elegido.
«¿Sabes cuánta gente me reclamó por no haberme ido?».
De la Dra. se sabe que antes de mudarse a Miami vivió en Puerto Rico, que antes de ser exitosa trabajó en una floristería y en una tienda, que hace 16 años tuvo cáncer de mama y lo superó, que tiene varias guitarras y le gusta cantar, que todavía quiere ser actriz -si es en una película de Pedro Almodóvar, mejor-, que ya no sale de fiesta y que su casa es su templo.
«Es la culminación de mi trabajo», dice. «Arreglar esta casa, ponerla a mi gusto. Yo llego de cualquier lugar del mundo y este es mi lugar sagrado».
Conversamos. Conversar es una cosa que la doctora Polo sabe hacer. Escoger las palabras, ordenarlas, decirlas.
En su casa nos acompaña una pequeña maquinaria de gente, un equipo de unas 10 personas que la escuchan hablar en silencio.
Dramas y peticiones de ayuda
La doctora Polo habla con propiedad, como si su palabra fuera ley. Y ciertamente miles de latinos que ven su programa toman lo que ella dice como definitivo. Aún más, muchos de ellos le escriben cartas contándole los dramas personalesque viven en sus países y pidiendo ayuda para resolverlos.
De esa correspondencia la abogada hizo dos bests-sellers («Querida Dra. Polo: las cartas secretas de Caso Cerrado I y II»).
No es de extrañar que, en una región donde escasea la falta de confianza en la justicia, una carismática jueza de televisión que imparte veredictos en cuestión de minutos se convierta en figura sagrada.
Menos de la mitad de los hispanos confían en un juicio justo, según datos ofrecidos a BBC News Mundo por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina.
Esta gran desconfianza, señalan, se debe a la corrupción y la inestabilidad política en que ha vivido y vive una buena parte de la región.
Pero la realidad es que la doctora Polo poco puede hacer por la gente que le escribe. Aunque por sus pantallas los televidentes la vean resolver unos 400 casos cada año, ella no practica el derecho en la vida real desde hace casi 20, cuando antes de comenzar con el programa trabajó como abogada de parejas resolviendo divorcios, adopciones, custodias y disputas de violencia doméstica.
«La gente piensa que porque trabajo en televisión voy a levantar el teléfono para llamar al senador fulano de taly decirle: ‘Mire, yo tengo un fan que tiene un problema migratorio’. No tengo esa facilidad».
La gente quiere ser famosa, aunque sea por cinco minutos. Yo creo que intrínsecamente al ser humano le gusta la atención.
La popularidad televisiva de los juicios
Antes de que «Caso Cerrado» adoptara ese nombre se llamaba «Sala de Parejas» y solo abordaba problemas conyugales.
Cuando empezó en 2001, estaba pensado para 52 episodios. Pero el formato fue tan exitoso que siguieron transmitiéndolo, hasta que la temática empezó a quedar pequeña.
«Ya la producción no sabía si poner parejas de perritos o parejas de qué».
En 2004 la abogada le propuso a Telemundo cambiar el formato y diversificar los temas, para no desaprovechar la creciente teleaudiencia.
Los shows de tribunales son una de las fórmulas más rentables de la televisión recreativa moderna. Muchos de ellos se extienden a más de 20 temporadas y aun así no parecen aburrir a la gente: tienen tantos giros y vuelcos dramáticos como una telenovela y no hay que esperar tanto para ver su desenlace.
Al mismo tiempo, son uno de los productos de entretenimiento más baratos de hacer: a los actores se les paga poco, la escenografía es la misma y todo se filma en un sitio fijo, los gastos de pre y postproducción son mínimos.
Para demostrar el éxito de la fórmula, la Dra. cita el caso de la famosa jueza estadounidense Judy Sheindlin –Judge Judy– quien comenzó su programa en 1996 y, 23 temporadas después, todavía está al aire.
«Ahí sigue. Le pagan más de US$50 millones al año», señala.
Después menciona a Jerry Springer, otro abogado del mismo país cuyo programa se suspendió en 2018, tras 27 largas temporadas.
«Es un show de golpes, de chusmería. Es lo que es, pero tiene tremendo público», dice Polo.
En América Latina los shows de «golpes y chusmería», como los llama la Dra., no han sido tantos.
Pero la abogada no es pionera en el área. Este tipo de entretenimiento ya estaba más que inventado y su éxito más que asentado en la región.
El programa de la cubanoestadounidense Cristina Saralegui, por ejemplo, es un precedente importante que demostró cuánta telerrealidad estaban dispuestos a consumir los latinos.
Un espacio al que Univision le sacó rendimiento por 21 años, desde 1989. Primero empezó con entrevistas a celebridades, hasta que la cadena vio que los problemas de la gente común (o su recreación dramatizada) mantenían al televidente tan o más pegado a la pantalla que cuando Cristina le preguntaba a Thalía sobre su embarazo o a Anahí sobre sus implantes de seno.
Cristina ganó 12 premios Emmy (de la Academia de Televisión de EE.UU.) con su show.
Menos premios (ninguno, para ser exactos) ganó la peruana Laura Bozzo con «Laura en América», lo que no significa que a la gente en Latinoamérica le gustara menos.
La «señorita Laura» -con esa mezcla de cariño y respeto se dirigían a ella sus invitados- fue la mayor competencia de Cristina, entre finales de los años 90 y principio de los 2000.
Por el programa de Televisa desfilaron, como desfilan ahora por el plató de «Caso Cerrado», cientos de latinos dispuestos a contarles sus problemas a una región entera, y a entretener con ellos a millones del otro lado de las pantallas.
«Señora, no se mueva de su televisor, porque ESTO le puede pasar a usted», se le escuchaba decir a Laura a menudo.
«ESTO» eran padrastros embarazando a sus hijastras, mujeres discriminadas por su origen indígena, esposas desesperadas queriendo amarrar a sus maridos con rituales de brujería.
No parece importar cuántos seguidores o cuántos críticos tienen los shows como este, sino que estos productos televisivos tienen un paralelo cercano con la realidad de la región.
Entre risas y gritos y golpes de los participantes y aplausos del público y «¡que pase el desgraciado!» y «¡que pase la amante!», todos estos programas podrían asumirse como la más grotesca representación de los peores problemas de decenas de países donde conviven la corrupción, la pobreza y el analfabetismo.
(El número de pobres en América Latina alcanzó los 186 millones en 2016, según la Cepal. Esto es el 30,7% de su población. Y de los más de 630 millones de personas que viven en la región, al menos 32 millones son analfabetas, asegura la Unesco).
Y aún más: Judy Sheindlin, Jerry Springer, Dr. Phil, Cristina Saralegui, Laura Bozzo y la propia Dra. Polo desafían el tiempo porque el producto que ponen sobre la mesa apela a sentimientos que no expiran. Ya sea en Estados Unidos, en Perú, o en Luxemburgo, una cosa es inagotable: siempre existirá gente interesada en saber lo que le está pasando a otra gente.
Uno de los sociólogos estadounidenses que más ha estudiado las actividades que hacen los humanos para entretenerse, Robert Stebbins, lo explica así: «Algunos desarrollan su propio sentido del bienestar al ver cómo la vida puede ser mala para los demás».
El éxito de estos programas de televisión a los que acude gente para hablar de sus problemas también puede estar relacionado con que, para el ser humano, es casi tranquilizante ver paralelos con su vida o la de alguien que conocen, añade Stebbins.
Otros consumen este tipo de entretenimiento por mera intriga: quieren saber cómo termina la historia.
A mí que me perdone el público, pero a ellos les gustan las cosas morbosas. Y mientras más morbosas, más las miran. Al que no le guste el programa, que cambie de canal.
Fama de 5 minutos
Pero ¿por qué una persona iría a contar su vida privada en televisión? Hay dos respuestas. La primera: por dinero. La segunda: por atención.
«¿Tú no estás viendo que hoy en día la gente quiere ser famosa, aunque sea por cinco minutos?», responde la abogada Polo.
«Todo el mundo es youtuber o influencer. Yo creo que al ser humano intrínsecamente le gusta que le presten atención. Verse propagados, repetidos, que los aprueben, que los miren. Hoy tenemos todas las plataformas para eso», agrega.
Más de uno ha ganado estatus de celebridad después de su paso por «Caso Cerrado».
A Jay Colindres, por ejemplo, miles lo conocen como Esteban, alias «estúpida, mi pelo». El joven guatemalteco -que después de su participación en el programa abrió un canal de YouTube donde ahora tiene decenas de miles de suscriptores- sirvió de testigo en un episodio donde un hombre y su esposa se disputaban la custodia de los hijos.
Cuando lo llamaron a testificar, la demandada le lanzó un vaso de agua. La frase que dijo cuando se vio el pelo mojado ha quedado como un momento imperdible de la cultura popular.
El joven le contó a varios medios que por su participación en ese caso le habían pagado US$300. La producción del programa también le pagó un hotel en Miami -donde se filma el show- para que acudiera al rodaje.
La doctora Polo no niega que muchos de los participantes en su programa sean actores, algo que poco a poco el público también fue adivinando. Ella misma se sorprende de las capacidades dramáticas de sus invitados.
«Hay tantos actores buenos, que yo me quedo lívida. El Oscar está en la calle».
El talento no lo reclutan solamente en Miami. Una búsqueda rápida en internet arroja al menos una agencia de audiciones (auditionsfinder.com) que ofrece a personas en América Latina participar en «Caso Cerrado», a cambio de tres días en un hotel en la ciudad del sol (con boletos de ida y regreso y comida incluidos), más una pequeña suma que oscila entre US$200 y US$250.
La propia página oficial del programa también ofrece el contacto de los productores, para que los interesados llamen y se informen.
La abogada dice que esta parte es la que menos debe importar. ¿Qué relevancia tiene si el demandante y el demandado son actores cuando hay «un mensaje», «una lección»?
«Los casos sí son reales o están basados en hechos reales, aunque muchas veces no vienen las personas del problema. Pero lo que importa es el análisis que hacemos de los problemas, lo que estamos reflexionando.
«Los casos a veces ya están escritos por un grupo de productores, que siempre están en la calle escuchando las tendencias de hoy. Ellos también sacan los problemas de las noticias, de casos que están pendientes por resolverse en la Corte Suprema, de las redes sociales y las rarezas que están pasando en internet, que nos abrió un mundo de casos diferentes«.
Antes de decidir si un actor será bueno para el papel, se debe presentar a un casting, donde los productores ayudan a hacer más creíbles los personajes. La doctora Polo dice que nos va a dar un «secreto» de la industria:
«Muchas veces el productor se sienta con el participante, le pide que hable de su vida, de los conflictos que ha tenido y si le ha pasado algo similar al conflicto en cuestión. Esa fórmula ha funcionado muy bien. Lo hace lucir todo muy genuino».
En esos casos, el dictamen de la abogada no es más que simbólico.
Mientras tanto, hay un porcentaje más pequeño de personas que, según Polo, sí vienen a resolver sus problemas porque la creen una abogada justa. Para ellos sí es obligatorio cumplir con los veredictos.
Mediación legal
Según la ley de Estados Unidos, dos partes pueden acordar por escrito que deciden resolver sus diferencias mediante un abogado que actúa como árbitro y que se comprometen a cumplir con la decisión del caso, que la mayoría de las veces es inapelable.
Una de las ventajas de ir con un árbitro en lugar de iniciar un proceso judicial por los canales tradicionales es la rapidez y el bajo costo, explica el profesor de leyes de Duke Law, Charles Holton.
«Con un árbitro el asunto puede ser escuchado entre uno y dos meses de presentada la demanda, mientras que de la otra manera se puede tardar hasta 18 meses», indica.
Ir a resolver el problema con un árbitro como la doctora Polo también es mucho más económico. Mientras aquí los demandantes se representan a sí mismos, en una corte tradicional necesitan abogados, cuyos honorarios pueden variar desde US$200 hasta US$500 por hora.
Holton, quien se ha dedicado al arbitraje por más de 10 años, explica que los abogados como la doctora Polo «dramatizan» las situaciones y «hacen un show de sus decisiones», pero «usualmente parecen estar aplicando principios legales para resolver las disputas de una manera justa».
Pero si millones ven a la Dra. Polo como un ídolo, otros tantos aseguran que su influencia en el público latinoamericano está lejos de ser positiva.
Cuando BBC News Mundo anunció que entrevistaría a la abogada, estos fueron algunos de los comentarios que recogió nuestra página de Facebook:
«Lamentable que sea el programa más visto. Mala influencia, nada provechoso ni culturizador. Simplemente un show barato para gente ingenua y sin educación», escribió Richard Quispe.
Y Antonio Riveros preguntó: «¿Algún día dejará de hacer televisión basura?».
La estrella de Telemundo dice con un dejo de reproche que «las opiniones son como los anos: todos tenemos uno».
«Internet ha abierto muchas avenidas. Les dio el chance a todos de tener una voz y a la gente le encanta opinar».
Ella dice que el hecho de que «Caso Cerrado» haya superado la prueba del tiempo (que es lo mismo que la prueba de los ratings) es digno de celebración. Y que recibe suficiente correspondencia para pensar que el programa es útil en la vida de miles.
«Yo he recibido cartas en las que me han dicho: ‘Mira, yo estaba deprimida, recuperándome de un cáncer. Y ver tu programa era mi Valium: me entretenía, me hacía sentir esperanzada'».
Casi al final de la entrevista, le preguntamos: «¿Qué te diferencia a ti de Laura Bozzo y qué diferencia a ‘Caso Cerrado’ del show de Laura?».
La presentadora dice que «muchas cosas». Y honestamente es una respuesta justa.
Laura tenía un estilo bastante menos elegante que el de la cubanoestadounidense, aunque no menos títulos universitarios (ambas tienen estudios de pregrado y posgrado en Leyes y Ciencias Políticas).
La doctora Polo dice que «Caso Cerrado» ha tenido una transición y que, si yo no me he dado cuenta, es porque hace rato no lo veo.
«Hubo un momento donde sí había muchos golpes, porque eso es lo que le gustaba a la gente. A mí que me perdone el público, pero a ellos les gustan las cosas morbosas. Y mientras más morbosas, más las miran».
Su recomendación para los que no le ven una utilidad al programa es «que cambien de canal».
«No tienes por qué mirarlo si te parece una grosería. Si dentro de todas las lecciones y reflexiones en lo único que te quieres fijar es en la porquería, hazlo. Pero nadie te obliga. Ese es el producto y tiene su valor. El que sepa encontrar ese valor, ahí se engancha y ahí se queda».
Tomado de BBC Mundo