El estadio de La Vega
Como joven enamorado del béisbol, desde mi comunidad Madrid (Villa Tapia), acudí solito en 1975 a presenciar en La Vega el nacimiento de un circuito profesional: la Liga de Verano del Cibao. Me encontré con un floreciente estadio, inaugurado en 1974, adecuado para el momento y circunstancia de esa ciudad y provincia.
Mientras esa liga perduró y algunos años después, el estadio se mantuvo bien. El paso del huracán David en 1979 le deparó unos damnificados, que luego acrecentó un proceso de arrabalización. Desde hace casi dos décadas, la estructura del bautizado Estadio Olímpico vegano semeja una ruina.
Los años pasan y ni munícipes, autoridades nacionales (de ningún gobierno) ni locales gestan acciones para su rescate. Lo que pasa con ese parque beisbolero, sin dolientes, semeja la prosternación que vive la sociedad mayoritaria dominicana, que sumisa, asiste pasiva a las voluntades de los poderes reales y fácticos.
Y pensar que por bastante tiempo, la crónica deportiva de La Vega estuvo (¿o está?) diezmada por la división fratricida, en lugar de catalizar esas energías en procura del rescate su destartalada instalación. El estado del parque beisbolero es indigno de una ciudad que se precie y apreciemos de Olímpica y Culta.