Hoy tuve un enfrentamiento duro con alguien. Permití que el enojo tomara las riendas y actúe impulsivamente. Ahora, más en calma, pienso mil maneras diferentes en las cuales podía haber hecho las cosas, pero lo hago sin arrepentimiento.
¿Por qué? Hay ocasiones en las que hay que poner límites, sacar esa parte defensiva y no permitir que otros abusen de ti.
Sé que la psicología actual diría que hay que tener control sobre las reacciones, ser capaz de estar tranquilo y de no permitir que otros te saquen ese enojo.
Y eso queda muy bien sobre el papel, pero la vida y la realidad son diferentes.
Cuando haces eso en ocasiones hay personas que lo ven como símbolo de debilidad y el ataque es aún mayor. Ahora, lo importante en todo esto es saber elegir las batallas y cuándo permitir esos enfrentamientos.
Confieso que aún estoy en proceso de aprendizaje, he mejorado, pero todavía soy de las que voy de frente y me defiendo.
No lo digo como algo bueno o malo, simplemente lo planteo para aquellas personas que pasen por situaciones similares.
Si huyes de los enfrentamientos, puedes acabar con una gran frustración y que los demás se aprovechen. Si, por el contrario, siempre estás enfrentando acabarás con ansiedad y con las personas huyendo de ti.
Por eso, para mí la sabiduría es poder discernir cuándo hacer una cosa o la otra, tiene mucho que ver con personalidades, situaciones emocionales y hasta con la parte cultural.
Pero, al final la madurez debe llegar con este tipo de aprendizaje, imagino que yo soy de las que están en proceso de hacerlo, otros lo han logrado, otros quizá nunca lo hagan.
No obstante, lo importante, siempre, es ser capaz de reconocer las cosas y actuar en consecuencia. Trato de hacerlo cada día.