Encuentros de lectores

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Encuentros de lectores

José Mármol

Aunque parezca paradójico y hayamos tenido que luchas contra el temor, el confinamiento y la incertidumbre generados por la llegada y expansión de la pandemia de la Covid-19, la lectura en general, en tanto que actividad lúdica, se ha incrementado en muchos hogares de prácticamente todo el mundo.

Lo mismo ha ocurrido con el uso de los dispositivos tecnológicos o medio digital, tanto para el trabajo, la comunicación afectiva, como también para el estudio y el entretenimiento.

En este contexto y apoyándose en el empleo de plataformas digitales, la Editorial Santuario llevó a cabo su Cuarto Encuentro Nacional de Lectores, esta vez dedicado a la novela “El asesino de las lluvias” (Santuario, 2008), de la autoría del arquitecto, catedrático y escritor Manuel Salvador Gautier. El encuentro contó con la participación del destacado narrador, ensayista y maestro de generaciones José Alcántara Almánzar, Isael Pérez, director de Santuario, y un servidor, bajo la conducción de la escritora y catedrática Ibeth Guzmán.

Durante el año 2010 Gautier celebró su cumpleaños número 80 de una manera muy particular, en complicidad con su amigo y editor.

Se celebraron actividades en torno a su extensa obra novelística en varias provincias del país.

Tuve la dicha de ser invitado a presentar, en la ciudad de La Vega, en el mes de septiembre de ese año, la novela “El asesino de las lluvias”, ante un público que abarrotó el Auditorio de la Cooperativa Vega Real.

Gautier estuvo rebosante de la particular alegría que a un autor ofrecen, aunque por humildad dijese siempre que llegó a escritor “de sopetón”, la longevidad consciente, por un lado, y el calor del público lector, por el otro.

Para la ocasión escribí y leí un trabajo extenso, del cual retomo, de nuevo en su honor, algunos breves párrafos que comenté en el reciente encuentro virtual convocado por la Editorial Santuario.

Gautier concibió esta obra, traducida al italiano por Antonietta Ferro, como una narración metafísica, en conexión con la novela “El sueño era Cipango” (1999), de Bruno Rosario Candelier y con los principios estéticos del Movimiento Interiorista, del cual formó parte, fundado por el mismo Rosario Candelier, así como una novela en torno a la poesía, a cuyo propósito, la figura cimera de La Poesía Sorprendida, Franklin Mieses Burgos, juega un rol preponderante de manera simbólica y mediante personajes ficticios.

De hecho, Gautier incursiona, en la trama novelística, en textos de poetas como Mady Weng, Liu Yuxi, Rimbaud, Valéry, Rilke, Huidobro y Domingo Moreno Jimenes, el mayor entre los postumistas.

Más allá de su bien lograda saga novelística fundamentada en acontecimientos de la historia dominicana del siglo XX, cuya urdimbre tejió con singularidad creativa, Gautier se reafirma como escritor porque asumió el oficio de la palabra con entrañable pasión y absoluta entrega.

Porque reinventa la realidad elevándola al plano de la ficción, encontrando allí sus filones más ricos. Porque haciendo ficticia la realidad y casi verdadera la ficción, se realiza en el texto reconociéndose instrumento del lenguaje, compromisario de las riquezas simbólicas de la lengua, la historia y la cultura.

Gautier es un autor consagrado porque sus novelas nos ayudan, más ahora, en tiempos pandémicos, a hacer más llevadera, más resiliente la condena de ser testigos sobrevivientes de tantas desgracias del pasado reciente y de la actualidad.

Porque, novelar o simplemente escribir en la República Dominicana es, a día de hoy, una radical utopía que nos ayuda a liberarnos del nihilismo negativo y de la difícilmente eludible decepción existencial con que nos castiga la sofocante realidad.

La lectura de estas y otras novelas de Manuel Salvador Gautier nos insufla el alma de optimismo y esperanza.



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