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En temores y vacíos morales

En temores y vacíos morales
Rafael Ramírez Ferreira

Porque… “Hay personas que solo son valientes
por la cobardía de los demás”.

«Mis metas en la vida siempre
fueron, ser un pianista de una
casa de putas o ser político. Y,
para decir la verdad, ¡no existe gran
diferencia entre las dos!»
H. Truman.-

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En esta etapa de mi vida, solo temo, como alguien en algún momento habrá expresado, y que en verdad me aterra, es hacer algo que no quiera o hacerlo en el momento que tampoco quiero, porque alguien quiera o le dé la bendita gana de imponérmelo. Temo, hasta de ese momento del descuido moral de una damisela, que tiende a ruborizarme y que a la vez me avergüenza, cual pecado capital cometido.
Me he vuelto temeroso y no sé si es la vergüenza de sentir en carne propia la desfachatez ajena, o como dijo Voltaire, que es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado. Por lo que sea pero, temo que me he vuelto temeroso. Quizás algo así, como cuando “la vida preguntó a la muerte ¿por qué la gente me ama, pero te odia a ti?; y la muerte respondió: porque tú eres una hermosa mentira y yo soy una dolorosa verdad”.
Sé muy bien que llego hastiar con la misma cantaleta, con la misma vaina, siendo la razón bien clara; porque estoy plenamente consciente de que cuando me asalta la duda sobre algo o alguien, no la hay, solo significa que la misma, por algo existe. Y continuo con lo mismo, porque si no es ahora ¿cuándo?, porque el poder del paso del tiempo nos ha enseñado que este, es muy semejante a las palabras y las oportunidades, que una vez pasan… ¡ya no regresan!
He escuchado muchas historias verdaderas o no –al igual que las mayorías de las ocurrencias de nuestros políticos-, sobre aquello de que muchos hombres serios, se han ahogado a consecuencia de la desilusión y en verdad, que no deseo me suceda eso, no desearía morir así. Y digo esto, porque existen diferentes maneras de morir, al igual que diversos tipos de muerte. Se muere cuando se exhala el último suspiro; cuando se permanece vivo pero, sin esperanza y por igual se muere, cuando por tus creencias en determinados principios innegociables, la última persona amiga, pronuncia por última vez, tu nombre.
Pero, nada de esto importa, porque toda mala acción tiene siempre sus terribles consecuencias y, en medio de este atolladero político-moral, consecuencia de ese accionar prepotente, corrupto y tiránico que nos estrangula hasta el pensamiento, llevado a cabo por esta casta indolente y corrupta de políticos, solo nos resta preguntar: ¿seremos nosotros los protagonistas de esas consecuencias o irresponsablemente le pasaremos la pelota a las nuevas y aun sanas nuevas generaciones?
Y de ser nosotros, aun podríamos cuestionar ¿cuándo?, ¿cómo? ¿será pacifica, dolorosa, sangrienta? O qué. Nos han inoculado, y todo se lo dejamos al tiempo. Todo lo queremos dirigir al hondón del olvido que va produciendo el tiempo. De manera olímpicamente irresponsable, todos aquellos principios y fundamentos de convivencia como país, al parecer, ya no quedan ni cenizas, es como si nunca hubiesen existido y ni siquiera la esperanza de que se encuentren olvidados y oxidados en algún oscuro rincón.
La desilusión, el hastío, la desconfianza y la peor apatía nos acogotan como nación. Tú reclamas lo tuyo y yo reclamo lo mío, sin que importe un bledo el nosotros. Esta es la principal obra que han erigido esta generación de teóricos políticos disfuncionales.
Han establecido un lenguaje vacío que nos ha robado hasta el creer. Tenemos y debemos por encima de estas lacras enganchadas a la política, restaurar la confianza en la amistad, si usted quiere; en la lealtad, si así lo desea; en el dinero, si así le place pero, creer.
Porque necesitamos, aun nos veamos obligados, como las religiones, a buscar la fuerza en sucesos esotéricos cuasi imposibles de comprobar, pero efectivos para obtener objetivos ya seanpsicológicos, mentales u espirituales pero, necesitamos crear otra vez, sin importar el medio, la confianza en algo, en alguien; creer en algo, porque de así no ser, no seremos nada y este puebloestá en ese desgraciado nivel, sin ser merecedor. Nadie cree en nadie ni en nada, incluyendo la Patria. ¡Sí señor!

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