¿En qué país vivimos?

¿En qué país vivimos?

¿En qué país vivimos?

Rafael Chaljub Mejìa

Por más que uno haya visto no deja de sorprenderse al contemplar algunas cosas que están pasando en el país.

Un oficial de la Policía al que por buena gente le han apodado “la Soga”, se le acusa de dedicarse al sicariato aún con el uniforme puesto; se dice que ha matado a treinta personas, declarado prófugo y desertor por la misma institución, pasa diez años sin que la ley lo alcance ni la Policía lo aprese, a pesar de que, según se dice, vivía en su casa, iba frecuentemente a la gallera y era un habitual asistente a los estadios.

Dicen las noticias que hubo que llevarlo engañado a la Policía, fue enviado a los tribunales y de allí lo mandan dizque preso a un campamento policial en Manoguayabo. Nadie puede asegurar si la Justicia actuará como se debe en este caso escandaloso.

Por otra parte, aquí ha venido a recalar el nombrado Karim Abu Daba, creo que se llama, que va y se tira en un helicóptero en pleno estadio Cibao, con las gradas repletas de personas, interrumpe el juego, y a la vista de todo el vivo, cruza el terreno de juego junto a un grupo de mujeres y una perra.

Esta hazaña, que ni siquiera los Trujillo tuvieron el tupé de cometerla, está precedida por otras extravagancias de este señor.

No se si es extranjero o tiene la ciudadanía dominicana, pero en las elecciones pasadas se presentó en los medios de prensa como candidato a la Alcaldía del Distrito Nacional.

Y hay que recordar el relajo y la insolencia con que se comportó. La autoridad nunca se ha dado por enterada.

Lo que se dice es que es hijo de un multimillonario árabe y es posible que eso le baste y le sobre ante algunas autoridades. Qué le vamos a hacer. En tono despreciativo, decía Ramfis Trujillo, que al dominicano los cuartos ni siquiera hay que ofrecérselos, que nada más había que enseñárselos y es posible que el señor Karim esté creyendo equivocadamente que eso es cierto.

Lo que no admite dudas es que las señales de la descomposición y la decadencia institucional en este país son evidentes y que, mientras a los de abajo nos da tanta brega hacer valer nuestros derechos, basta con apodarse “la Soga” o decir que uno es extranjero rico para burlarse de la sociedad impunemente.



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