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¿En que nos hemos transformado?

Roberto Marcallé Abreu Por Roberto Marcallé Abreu
¿En que nos hemos transformado?
Roberto Marcallé Abreu

En días recientes he celebrado encuentros con amigos de quienes siempre pienso son parte fundamental de nuestra existencia, debido a su calidad humana y personal –y la intelectual por supuesto. Muchas realidades han sufrido cambios profundos.

Las lealtades se diluyen en un oscuro ámbito de intereses, hipocresía y mentiras que han disminuido el nivel de nuestros afectos.

Debido a la pandemia descubrimos que una infinidad de personas dejaron de ser (o nunca fueron) las que creíamos. La maldad y la perversidad se apropiaron de sus almas, provocando cambios tan devastadores como los que nos sobrecogen hasta el horror en la historia de Stevenson “El señor Jekyll y el señor Hyde”.

Otros tantos mostraron que, en su esencia, eran personas francas que nunca desdeñaron una integridad y una calidad que siempre fue parte esencial de sus atributos.

Entre los amigos verdaderos que he adelantado se encuentran en primer término el escritor Carlos Reyes, así como el doctor Heriberto Hernández, dos personas a las que distingo por la calidad, franqueza y hondura de su amistad y sentimientos.

Creo, por lo expresado anteriormente, en la necesidad de acudir de manera diligente en respaldo de Carlos Reyes, un intelectual de excepción y, a mi juicio, un prodigio de preparación, cultura, capacidad e inteligencia, que atraviesa por una situación amargamente precaria en la Madre Patria donde cursaba estudios, ahora mismo interrumpidos, en la Universidad de Salamanca.

Expresándome con toda franqueza, opino que entre nosotros los dominicanos, muchas cosas se han trastornado de una manera sorprendente.

La pandemia provocó un cambio drástico que transformó a muchos en personas irreconocibles. ¿Sería acaso, porque atravesábamos por un estado de cosas en el que podíamos enfermar y perder la vida en cualquier momento?

Podríamos especular largamente sobre cómo una suma de eventos azarosos provocó en nosotros, y es posible que en toda la humanidad, una metamorfosis tan devastadora que nos volvió irreconocibles. Valores que eran consustanciales a nuestra conducta ante la vida se extraviaron quizás para siempre tras ser sustituidos por sentimientos y posturas deplorables.

Procede mencionar que los gobiernos previos a los del presidente Abinader estimularon con su proceder equívoco una conducta extraviada que provocó una transformación oscura y deplorable en el carácter de muchos y en nuestra integridad como seres humanos.

Lo cierto es que, debido a la pandemia y sus terribles trastornos, muchos dominicanos sufrieran cambios tan bruscos e inconcebibles a consecuencia de una situación que los ha hecho irreconocibles en contraste con lo que una vez fuimos.

Las actitudes y procederes más deleznables hicieron acto de presencia en nuestras vidas. Aún en estos momentos, puede creerse, seguimos padeciendo la abrumadora estampa de la maldad, la hipocresía, la ambivalencia, el egoísmo y la perversidad como nunca antes.

Otros muchos efectos negativos de la pandemia aún están por conocerse. En algunas historias en las que trabajo, hago énfasis en manifestaciones del ser humano parecidas o similares a las expuestas por escritores excepcionales como Albert Camus, en su aterradora novela “La peste”.

El horror ha penetrado profundamente en nuestras vidas. Es válida la pregunta de si estas presencias del presente, ¿son aquellas tan honorables y confiables que una vez conocimos?

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