Llama la atención que a pocos de los que han seguido los hechos del Quince de Azua, una de las cárceles que compite con La Victoria entre las de más difícil manejo en el país, les haya llamado la atención que un recluso tuviera en aquel recinto un arma de fuego y las municiones para usarla, como lo hizo, en el sometimiento del coronel encargado de la seguridad, a quien mantuvo durante bastante tiempo como rehén.
Tal vez el hecho grave de que quien estuviera expuesto fuera la persona llamada a tomar las decisiones de seguridad ha opacado este detalle.
Armas de fuego
Ahora la Policía se pregunta cómo llegó el arma a manos de un recluso, precisamente encarcelado por homicidio en la persona de un agente policial.
Y ciertamente, es un hecho importante, pero ya el recluso, muerto en la operación de liberar al coronel Ricardo Bidó, nada podrá aportar en el esclarecimiento de este hecho sorprendente en el que un preso usó revólver o pistola.
La pregunta que reclama ahora respuesta urgente es cuántos reclusos en las cárceles del país tendrán un armar de fuego en su celda o entre su ropa.
