La cámara de diputados aprobó el proyecto para cambiar el nombre a la avenida Charles Sumner por el del empresario radial Rafael Corporán de los Santos. Escandaloso. Torpe, además.
Porque quien quiera reconocer a Corporán no tiene necesidad de cometer semejante agravio contra Sumner.
Somos dominicanos porque los hombres y mujeres de esta tierra han peleado y trabajado por ella. El plan de Grant y Báez fracasó por la resistencia cívica y armada de los patriotas. Pero también porque un senador, como Sumner, lo derrotó cuando ya los dos presidentes la habían firmado y faltaba solo la aprobación del Senado.
Y precisamente ahí, cuando la independencia nacional tenía la soga al cuello, intervino Sumner y derrotó la anexión.
Dijo Sumner en el Senado: “Como Senador, como patriota, no puedo ver a mi país, permitir que su buen nombre sufra, sin hacer un esfuerzo por evitarlo. Báez es mantenido en el poder por el Gobierno de los Estados Unidos para que pueda traicionar a su país …
La isla de Santo Domingo, …nunca puede convertirse en posesión permanente de los Estados Unidos. Podéis tomarla por la fuerza de las armas, o por la diplomacia, cuando un escuadrón hábilmente manejado puede más que un ministro; más, la jurisdicción impuesta por la fuerza no puede perdurar…
Aquella tierra pertenece a los nativos por el derecho de posesión; por el sudor y la sangre que han derramado sobre el suelo de su Patria… su independencia es tan preciosa para ellos, como es la nuestra para nosotros y esa independencia ha sido puesta bajo salvaguarda de leyes naturales que nosotros no podemos violar impunemente”.
Su segundo discurso, titulado La Viña de Naboth, fue más elocuente aún. Nunca se había hecho y probablemente, jamás se ha vuelto a hacer un reconocimiento tan ardoroso en el Senado norteamericano a nuestra nación y nuestro pueblo.
Algunos pretenden decir que Sumner lo hizo por motivos raciales, lo que se lee en la cita anterior está muy lejos de esas motivaciones, pero si aún hubiese sido ese el caso, lo que debe importar son los resultados. Lo dijo el gran Eugenio María de Hostos: “… Sumner, en 1870, con dos discursos salvó la República Dominicana”.
Y es esa personalidad y a su gran obra a la que se agravia sin ningún miramiento ni rubor desde el Congreso Nacional. Desde mi pequeñez ante la figura de Charles Sumner, yo dejo aquí mi más sentido e indignado desagravio.