Un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud encontró que un tercio de los niños de 11 años en Inglaterra ha bebido alcohol.
Chloe Ward bebió por primera vez a esa edad y el alcohol dominó su vida durante la década siguiente.
La echaron de su casa en Royston, Inglaterra, y terminó viviendo en un coche.
Hace dos años, la joven de 23 años se mudó a Emmaus Norfolk and Waveney, un antiguo convento donde vive y trabaja con otras 30 personas que también estaban sin hogar.
Aquí, en sus propias palabras, explica su camino para dejar de beber y su plan para agradecer a la organización benéfica que, según ella, le salvó la vida.
“Mi primera bebida alcohólica fue un whisky con limonada”
El alcohol siempre ha sido algo muy importante en mi familia y estuvo presente desde que yo era muy pequeña. Tenía unos 11 años cuando empecé a beber.
Rápidamente me di cuenta de cómo me hacía sentir y de que podía cambiar la forma como me sentía y escapar de mi vida.
Me cambió como persona y al principio me hacía sentir bien, era muy agradable. A partir de entonces, lo usé para la vida diaria. Era realmente una técnica de supervivencia.
Una de las primeras bebidas que tomé fue whisky con limonada, pero también bebía cerveza, Baileys, sambuca y vodka.
Hubo un momento en el que todo cambió y comencé a tomar drogas, cuando tenía unos 14 años.
Empecé a fumar marihuana y consumí cocaína por primera vez a los 16. Seguía yendo a la escuela todos los días, pero me perdí muchas cosas. No es una forma normal de crecer.
No recuerdo gran parte de mi infancia. No vivía. Solo existía. No sabía lo que era vivir.
“Viví en mi coche durante tres meses”
Chloe dice que mudarse a Emmaus Norfolk and Waveney en Ditchingham cambió su vida
Solía tener ataques de pánico todos los días. Me expulsaron de la escuela varias veces. Me echaron de casa a los 16 años y me mudé a varios lugares, pero seguí arruinando todo.
Empecé a trabajar en un bar a los 18 años y toqué fondo. No tenía dónde vivir, así que metí todo en mi coche y viví allí durante tres meses.
Cuando tenía 21 años fui a un centro de tratamiento por primera vez y no tenía ni idea de qué esperar.
Estaba absolutamente aterrorizada. Me sentí muy mal durante los primeros días. La primera semana todo fue muy confuso, estaba totalmente conmocionada.
No entendí lo que era la recuperación y después de salir comencé a beber de nuevo. Pero fue la primera vez que realmente me reí estando sobria. Conocí a gente increíble con la que todavía hablo hoy.
“Somos como una gran familia”
Hace dos años me mudé a Emmaus Waveney and Norfolk, una organización benéfica en la que vivo y trabajo con otras 30 personas que también habían estado sin hogar.
Tengo un perrito llamado Teddy y él es mi mundo.
Conseguí dejar de beber con el apoyo del personal de aquí, pero después de unos meses volví a recaer porque me volví complaciente con mi recuperación.
Era tan aterrador volver a caer, pero me apoyaron y hablaron conmigo durante horas.
Habíamos llegado a un acuerdo en el que les daría mis tarjetas bancarias para que no pudiera comprar alcohol.
Cuando me pagaron, me ayudaron a controlar mi dinero. Me organizaron una terapia y me ayudaron a elaborar un plan para que no volviera a recaer.
Aquí hay dos casas. Tenemos nuestras propias habitaciones y todos nos sentamos y comemos juntos, es bastante especial.
Nos llamamos compañeros. Trabajamos cinco días a la semana, con una reunión diaria por la mañana donde se nos dice dónde trabajaremos, por lo general en la cafetería de aquí o en la tienda, atendiendo a los clientes.
O podríamos estar en el teléfono organizando llevar muebles a personas en crisis, conduciendo furgonetas, cultivando verduras, horneando pasteles para la cafetería o preparando comida para que todos comamos o reciclando muebles.
Siempre hay un nivel de entusiasmo, nunca es aburrido, siempre suceden cosas.
El aislamiento para mí es algo realmente peligroso, así que saber que siempre hay gente alrededor, en circunstancias similares, es realmente encantador.
Conozco a algunos compañeros desde hace unas semanas, a otros desde hace meses o años. Cuando alguien se va es muy difícil porque somos como una gran familia.
“Hace más de 600 días que no bebo”
En agosto, junto con tres compañeros pasaremos seis semanas caminando 700 km desde Gales hasta Norfolk para recaudar dinero para la organización benéfica.
La caminata llega a nuestra casa en Ditchingham el 10 de octubre, día mundial de las personas sin hogar.
El dinero se utilizará para arreglar 23 habitaciones donde dormían las monjas aquí en el antiguo convento donde vivimos.
Luego planeamos abrir una casa de huéspedes, que ayudaremos a gestionar. Cada habitación debería generar ingresos de alrededor de US$25.000, que es la cantidad necesaria para mantener a una persona sin hogar fuera de la calle durante un año.
Es mi manera de decir «gracias» porque este lugar ha hecho mucho por mí.
No he bebido desde hace más de 600 días y asisto a las reuniones de Alcohólicos Anónimos todas las semanas, pero para mí es sólo un día a la vez.
Todavía me sorprende lo que he hecho y haber llegado hasta aquí. Reflexiono mucho sobre el pasado.
Estoy muy agradecida por este lugar y si no estuviera aquí no tendría nada que esperar en el futuro.
Quiero que otras personas que luchan con el alcohol sepan que hay una salida. Tienes que estar preparado y quererlo. Solo necesitas voluntad y muy rápidamente las cosas cambiarán para ti. Todo es posible.
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