El Gobierno dominicano ha decidido traer al “servicio interno” en la Cancillería a sus mejores embajadores bajo el argumento de que tienen mucho tiempo asignados al servicio exterior.
Pronto tendremos atendiendo burocracia tras escritorios a una legión de excelentes embajadores de carrera.
Las intenciones pudieran ser buenas y hasta tener justificaciones aceptables, pero empezar a hacerlo de golpe pudiera traerle grandes dificultades a un país que, como República Dominicana, hace grandes esfuerzos por mejorar su liderazgo a escala regional y mejorar canales de cooperación o negocios.
Llama a preocupación ver la lista de esos embajadores de carrera que vienen al “servicio interno” y no sólo porque sean de carrera, sino por ser un grupo de embajadores que pueden exhibir hojas de resultados plausibles.
Los países que aplican esas políticas tienen muchos años haciéndolo y por eso la rotación no afecta la calidad de su representación en el exterior.
República Dominicana quiere empezar a implementarla, sólo que por no haberlo hecho con anterioridad ahora la medida incluye a todos esos embajadores de excelencia de manera simultánea.
La política puede estar bien intencionada, pero ojalá que la fórmula de implementación simultánea no sea un remedio peor que la enfermedad.