El último silencio del alba

El último silencio del alba

El último silencio del alba

En otra vida yo era una boca hambrienta. Y tú eras mi desayuno.

Un sándwich hecho con un rico pan francés. Eso eras. Y era maravilloso. Y me gustabas mucho. Sabías a jamón serrano y queso gouda, con rodajas finas de tomate bien maduro. Y mostaza y mayonesa y pepinillos y cátchup.

En cada mordisco te encontraba con nuevos sabores. Y más y más delicia con cada dentellada. Increíble ese momento. Divina mi boca, devorándote. Y tú, además, sin que pudieras evitarlo, cayendo en el plato como migajas.

Ahora que estamos en esta vida, despierto con el último silencio del alba, cuando los ámbitos se empiezan a llenar de trinos y cantos distintos. En ese momento busco en los hondones de mi conciencia y me pregunto, una y otra vez, qué te alejó de mí.

La noche era idónea. Y yo, en mi condición de boca hambrienta, me consumía en mis ansiedades. Y, con olores y sabores adelantados por las vías correspondientes, te agregué a mis horas de sueño… a mis desayunos matinales, sin ti.

En los sueños ocurre que no hacen falta las mesas, el sol matinal no molesta, las moscas no merodean y la felicidad, sin resquicios, está hecha a la medida. Felicidad, felicidad, felicidad. Esa, entre otras, tenía como virtud fundamental.

En qué minuto del pasado, de manera subrepticia, levantaste la bandera. Cómo ocurrió sin que yo me percatara. No hubo indicios. O cuáles eran mis cuentas en ese minuto, que no me enteré.

Agregarte a mis horas de sueños. Tú no sabes lo qué es eso. Y qué significa para mí. Y tampoco sé qué color tengo en tus sueños. Cuál es la dimensión de mis pensamientos cuando se mezclan con tus ideas, con tus intenciones; si somos dos almas con el mismo destino. A  veces me pregunto, que si me habré dado cuenta qué soy yo para ti.

La puerta se abre en la mañana. Me asomo. Miro el horizonte hasta donde se me cansa la vista. El ramal de compromisos contigo y los pensamientos fundamentales laten con las emociones de los primeros días. Aturden. Siguen el curso de los días. El avatar de las horas no me detiene. Los minutos caen como un diluvio, pero no alteran mi destino. Vienen, como soldados del alba, reclamando en todo momento confianza, valentía, decisión.

Ahora, Francisco, qué somos. De qué sirven los recuerdos. Y cómo me deshago de esta tonelada de nostalgia que me asfixia; pero, igual a nuestra otra vida juntos, todos los días, en la mañana, tengo hambre de ti.



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.