Si bien ganar es un mérito que se pueda lograr en cualquier competencia, la realidad es que ninguno de los candidatos a alcaldías para los comicios del 15 de marzo muestra estar preparado para admitir la derrota, si en caso los resultados de ese proceso no les son beneficiosos.
Es decir, que en cada elección se vende la fantasía de que los números de las encuestas siempre favorecen a los diferentes aspirantes, aunque se tenga el conocimiento real de que no hay posibilidad de salir airosos. Se ofertan falsas ilusiones entre los seguidores para el trabajo político.
Ese triunfalismo constituye otro ingrediente que podría ser explosivo durante las elecciones de este mes y del certamen presidencial y congresual de mayo, lo que vendría a restar credibilidad a todo el montaje que realiza la Junta Central Electoral que, de por sí, arrastre la falta de confianza desde antes y después de las suspendidas elecciones de febrero. El triunfalismo es grave.