La vida a veces te recuerda lo que es importante. En el día a día, envueltos por una rutina de responsabilidades, tendemos a olvidar cuáles son realmente las cosas que nos importan. Vamos dando muchas por sentadas, otras las aplazamos pensando que siempre hay tiempo y otras simplemente las ignoramos.
En ese ir y venir de cosas no nos tomamos el tiempo para centrarnos en aquello que, independientemente de todo, es lo que realmente nos importa. Pero entonces llega la vida y te lo recuerda.
Muchas veces de manera impactante.
Y es entonces cuando nos damos cuenta que debemos hacer un cambio, que aquello que cada día ocupaba nuestro tiempo no era realmente importante, que todas esas responsabilidades llegaban y éramos incapaces de seleccionar y priorizar.
Pero si somos capaces de hacer el cambio, de modificar esa balanza, de poner en el lugar que se merecen todas esas cosas que realmente nos importan, y dejar que lo demás pase a un segundo plano, la lección se habrá aprendido.
Lo ideal sería que fuéramos capaces de hacerlo sin que nos llegaran esos avisos que nos remueven, pero al final los seres humanos aprendemos a base de golpes, de errores, porque cuando todo va bien creemos que siempre va a ser así o no somos capaces de ver la verdadera dimensión de las cosas.
Y si somos capaces de no olvidarlo, cuando todo vuelva a estar tranquilo, habremos descubierto que esas cosas importantes son las que dan sentido a todo, las que hay que cuidar, poner en primer lugar y cuando la vida quiera volver a impactar estaremos mucho más preparados para recibir lo que llegue.
Y esas cosas importantes son diferentes, cada uno tiene las propias, lo que es común es reconocerlas y tenerlas siempre en el top de la lista.