BANGUI, República Centroafricana. – No transcurre una semana sin que la ONU revele un nuevo escándalo. Las acusaciones de abusos sexuales de sus cascos azules contra civiles se multiplican en la República Centroafricana, donde el comercio del sexo se ha convertido en un medio de supervivencia.
Desde el comienzo del mandato de la ONU para el despliegue la fuerza de la MINUSCA en la República Centroafricana en septiembre de 2014, se han denunciado 42 presuntos casos de explotación o de abusos sexuales cometidos por cascos azules. Paralelamente, la justicia francesa investiga presuntos casos de violación cometidos por soldados de la operación Sangaris.
El año pasado, casi un tercio de los casos registrados por la ONU en sus 16 misiones de paz en el mundo afectaban a las fuerzas de la MINUSCA. «Nos llevamos tristemente la palma de oro y es inaceptable», lamentó el jefe de la misión de la ONU en Bangui, Parfait Onanga-Anyanga.
El último caso fue revelado el 16 de febrero. Cuatro niños sufrieron abusos cometidos presuntamente por soldados de la República Democrática del Congo en un campamento de desplazados del este del país, en Ngabkobo. Para Parfait Onanga-Anyanga, «no serán los últimos casos (…), ahora que las lenguas se han soltado».
Entre los acusados figuran militares de diversas nacionalidades (Congo, RDCongo, Marruecos, Bangladesh, Níger, Senegal…). La ONU ha citado algunas públicamente.
Cada una de las veces, o casi, los abusos sucedieron muy cerca de campamentos de desplazados vulnerables, en las inmediaciones de una base de la MINUSCA.
Algunas víctimas denunciaron agresiones bajo coacción, como una joven de 18 años que afirma haber sido violada por tres hombres armados a finales de 2015 cuando buscaba dinero o comida en la base de los soldados congoleños de Bambari (este). «Me llevaron al monte (…) Estaban armados. Me dijeron que si me resistía me matarían», explicó a la oenegé Human Rights Watch.
– Por menos de un euro
Más allá de los escándalos, en este país devastado por tres años de guerra, las violencias sexuales son un hecho generalizado.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, se han registrado 30.000 casos en los diez primeros meses de 2015, sobre todo violaciones. Es una cifra probablemente muy inferior a la realidad debido a que la mayoría de las víctimas se calla.
Para los más pobres el comercio del sexo se ha convertido en un medio de supervivencia. Según testimonios recabados por la AFP en el campamento de desplazados de M’poko del aeropuerto de Bangui, muchas jóvenes aceptan mantener relaciones sexuales, incluidas las felaciones, con hombres (cascos azules o no) a cambio de un poco de pan o de 500 francos CFA (0,8 euros).
«Las mujeres no pueden ofrecer nada más que su cuerpo para alimentar a sus familias» cuando sus maridos están muertos o desplazados, explica Irène Ngogui de la oenegé local Vitalité Plus en Bangui.
Según otro cooperante, «muchos niños con edad para mantener relaciones sexuales se venden» y en ocasiones son los propios padres los que los empujan a prostituirse: «recientemente una madre quería que su hija de 14 años trajera comida. La pequeña se negó, por lo que le pegaron y la echaron de casa».
Por eso las recientes revelaciones de la ONU no causan extrañeza en M’Poko, situado frente a las bases de la MINUSCA y de la fuerza francesa Sangaris.
El campamento no está cerrado. «Por la noche los cascos azules pasan en coche detrás de la pista y las niñas los siguen, cuenta Lea, una madre de la zona 13. Saben que les darán sardinas». Desde los primeros escándalos, la MINUSCA asegura haber tomado medidas para acantonar las tropas «cuando es posible». También hay patrullas policiales «en rondas nocturnas para asegurarse -dice- de que nuestros uniformados no se hallen donde no deberían».