El ser vivo que nunca muere; tiene fascinados a científicos

El ser vivo que nunca muere y que tiene fascinados a los científicos

El ser vivo que nunca muere y que tiene fascinados a los científicos

La medusa Turritopsis dohrnii lleva el apellido de "inmortal" y su genoma está siendo minuciosamente analizado.

Existe un ser vivo que nunca muere. Se trata de una pequeña medusa del tamaño de una uña que es capaz de rejuvenecer cada vez que los signos de la decadencia tocan a su puerta.

Los científicos la están analizando para dar con el secreto de su inmortalidad. El avance en estas investigaciones pueden permir descubrir de qué forma ese superpoder puede ayudar a sanar algunas enfermedades asociadas a la vejez en otras especies, incluyendo a los humanos.

Se trata de la especie Turritopsis dohrnii que habita en ciertas áreas del Mediterráneo y del mar japonés y que con sus cuatro milímetros de diámetro es capaz de volver a un estado «virginal» después de haberse reproducido.

El genoma de la diminuta aguamala está siendo analizado con rigurosidad y aunque ya se han detectado algunas claves que revelan por qué lo de morirse no es con ellas, ahora es cuando surgen preguntas acerca de por qué estos animales recibieron la gracia de la vida eterna y qué se puede lograr con este descubrimiento.

Solo se conoce el 5 % de los océanos y por eso se dice que se ha explorado más el espacio exterior que las aguas de la Tierra. Y, en esa poca exploración, los investigadores de las aguas dieron con esta pequeña joya que se reproduce y rejuvenece, un proceso que suena ideal para el ser humano que no parece hacerse más joven después de tener hijos.

Las Turritopsis dohrnii son los únicos animales pluricelulares capaces de «rejuvenecer repetidamente» después de que sus medusas se reproducen, «insinuando la inmortalidad biológica y desafiando nuestra comprensión del envejecimiento», se lee en el estudio científico de la Universidad de Oviedo publicado en agosto de 2022 en la revista Proceedings of the National Academy of SciencesPNAS.

Los científicos españoles descifraron el genoma de esta pequeña aguamala inmortal lo que da inicio a toda una nueva línea de investigación del proceso de envejecimiento.

Las medusas, en general, cuando llegan a la edad adulta liberan huevos y esperma al agua y se produce una fecundación externa que da como resultado la creación de larvas que van a deriva y que con el tiempo se adhieren al fondo marino y se convierten en pólipos, una estructura que se parece a una anémona de mar.

Estos pólipos, pegados de la superficie marina, se clonan a sí mismos y forman colonias apiladas y sedentarias de las que van brotando las nuevas aguamalas que se van a nadar libremente.

Casi todas las medusas mueren pocas semanas después de llegar a la edad adulta y cumplir con el proceso de reproducción, un ciclo que no es aplicable a la T.dohrnii.

Lo que pasa con la pequeña inmortal es que al llegar a la edad adulta y reproducirse, regresa al estado anterior juvenil de pólipo y no muere tras su replicación.

Los científicos compararon la T. dohrnii con otra aguamala que sí muere, llamada T. rubra, y observaron que la inmortal posee el doble de genes asociados con la reparación del ADN que la otra.

La inmortal, además, sufre mutaciones que permiten bloquear la división celular y tiene la capacidad de evitar que los telómeros, que son los protectores de los cromosomas, se deterioren.

Su capacidad para rejuvenecer puede permitir desarrollar tratamientos contra enfermedades que aparecen con el envejecimiento (Foto:Getty)
Su capacidad para rejuvenecer puede permitir desarrollar tratamientos contra enfermedades que aparecen con el envejecimiento.

En los humanos y otras especies se ha observado que la longitud de los telómeros se acortan con el paso de los años, un desgaste que no le ocurre a estos animales marinos.

En la investigación española se señala que la reversión del proceso de envejecimiento se produce en otras aguamalas como las llamadas Laodicea undulata y las del género Aurelia, pero su capacidad de volver a la juventud de los pólipos se va perdiendo.

«T. dohrnii es el único que mantiene su alto potencial de rejuvenecimiento (hasta 100 %) en etapas postreproductivas, alcanzando la inmortalidad biológica», se indica en el estudio.

La pequeña aguamala es capaz de silenciar los genes que impulsan el desarrollo de las células del deterioro lo que paraliza el envejecimiento.

Esto se logra gracias a un proceso de desarrollo celular llamado transdiferenciación que cambia la estructura de las células y las convierte en otras.

Este ciclo se desarrolla de forma indefinida y es por ello que se les llama inmortales aunque lo cierto es que si se topan con un depredador -como las ballenas, el pez sol, las tortugas marinas o los crustáceos- mueren siendo alimento.

Sobre el curioso proceso de la T. dohrnii, el Museo de Historia Natural de Londres apunta que cuando la medusa inmortal está dañada o estresada, en vez de morir, absorbe sus propios tentáculos y se convierte en una especie de masa que se deposita en el fondo del mar.

Entre 24 y 36 horas después, esa masa se convierte en un pólipo parecido a un coral, que puede formar más medusas.

Hay otros científicos que han estudiado a esta especie desde hace ya varias décadas como el japonés Shin Kubota que ha logrado mantener poblaciones de medusas inmortales en cautiverio y observar cómo se rejuvenecen.

Lo de Shin Kubota ha sido una hazaña pues a los científicos se les ha hecho difícil encontrar ejemplares libres en el mar y, más aún, mantener el ecosistema adecuado para poder observar su asombroso ciclo del reto a la muerte.

La investigación de los científicos españoles se desarrolló sobre ejemplares capturados en la costa italiana y llevados al Acuario de Gijón en el norte de España donde las medusas fueron analizadas durante 5 años.

La aguamala inmortal está apenas empezando a ser estudiada. Los hallazgos aún no ofrecen la información suficiente como para que se desarrollen productos farmacológicos, terapéuticos o cosméticos con base en el ciclo eterno de la pequeña medusa. Sin embargo, muchas puertas podrían abrirse, de acuerdo con los investigadores.

Las medusas habitan la Tierra desde hace más de 500 millones de años. Son 95 % agua y 5 % son proteínas estructurales, músculos y células nerviosas. No tienen cerebro, corazón ni ojos.

Además, todas pican y tienen células que producen sustancias tóxicas que son inoculadas a sus presas o quienes se topan con ellas.

El ADN del ser humano es muy diferente al de las aguamalas, por lo que no se puede esperar obtener las bondades de su genoma (Foto:Getty)
El ADN del ser humano es muy diferente al de las aguamalas, por lo que no se puede esperar obtener las bondades de su genoma 

Por todo lo anterior, estos animales son conocidos como aguamalas.

«Es un error pensar que los humanos tendremos la inmortalidad de esta medusa, porque no somos medusas», dijo a The Wall Street Journal la bióloga marina María Pascual-Torner, líder del estudio español.

Pero, aunque los investigadores españoles han señalado que es poco probable que los humanos logren domar a la muerte como la pequeña T.dohrnii, analizar sus procesos puede ayudar a entender los mecanismos del envejecimiento en general y avanzar en el tratamiento de enfermedades que aparecen con la edad.

La doctora en Biomedicina Oncología Molecular Dido Carrero Muñiz, que también formó parte del equipo que desarrolló el estudio español, dijo a National Geographic que los resultados de esta investigación en la que se analiza el ADN de la pequeña medusa, pudieran contribuir a encontrar las herramientas para «retrasar» la aparición de enfermedades asociadas al envejecimiento.

Entre esas afecciones se cuentan las enfermedades cardiovascularesneurodegenerativas e incluso el cáncer.

«Otra aplicación fundamental estaría vinculada al campo de la medicina regenerativa. No obstante, primero son necesarios muchos más estudios que validen el efecto de estos cambios en modelos celulares o animales, como en ratones, que son más próximos y similares a los humanos. No hemos de olvidar que la biología de una medusa y la de un humano son muy diferentes», agregó la especialista en biomedicina.

En cualquier caso, los científicos se sienten optimistas y creen que una mejor comprensión de los genes de estas medusas pueden ayudar a «encontrar mejores respuestas a las muchas enfermedades asociadas con el envejecimiento que nos abruman hoy en día», dijo el también investigador del estudio, el bioquímico y biólogo molecular Carlos López-Otín, citado por Smithsonian Magazine.

Fuente: Yahoo!



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