El sargazo como una oportunidad

Las costas dominicanas, símbolos del paraíso caribeño, desde hace 14 años son invadidas en forma periódica por el sargazo, un visitante no deseado que genera molestias, hedor, angustia y pérdidas económicas.
Esta macroalga marina, arrastrada desde el Atlántico ecuatorial, ha convertido los arenales turísticos en escenarios de emergencia ambiental y económica que, muy bien, pudiera verse como una gran oportunidad, más que como la gran amenaza que asusta a tantos.
Miles de toneladas de sargazo arriban a playas nacionales, particularmente a las ubicadas en Punta Cana, La Romana, Juan Dolio y Boca Chica, al igual que a las de Barahona y Pedernales, específicamente, en la bahía de Juancho.
La presencia del sargazo en República Dominicana ha sido especialmente crítica este año, con niveles récord de acumulación, al punto de que por lo menos, una zona en Barahona ha sido declarada oficialmente en estado de emergencia ambiental por el Ministerio de Medio Ambiente.
El presidente Luis Abinader ya ha elevado su voz ante líderes mundiales y ha solicitado a las Naciones Unidas que se reconozca el fenómeno como una “emergencia regional”, dada su magnitud y sus efectos sobre el turismo, la salud pública y los ecosistemas.
“El océano nos une. Nos une en su fragilidad, pero también en la belleza de sus aguas, en la fuerza de sus corrientes, en la memoria de sus travesías.
Marquemos la historia siendo la generación que se ocupó de que esta relación sana con el océano no se acabe nunca. El tiempo de actuar es ahora», proclamó el jefe de Estado el pasado mes de junio, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, efectuada en Francia.
La situación es realmente crítica y, de acuerdo al Laboratorio de Oceanografía Óptica de la Universidad del Sur de Florida, en mayo pasado se registraron más de 37 millones de toneladas métricas de sargazo, que flotaron en el Caribe, el Atlántico y en el golfo de México.
Su acumulación no sólo afecta la estética del paisaje, sino también la salud pública, la biodiversidad marina y el corazón económico del país, que es el pujante turismo, que representa aproximadamente el 19 % del producto interno bruto (PIB).
Ante esta situación, la pregunta que surge es urgente: ¿Cómo convertir la crisis en oportunidad?
El problema, como alertó el presidente Abinader, es regional y países como México, Puerto Rico, San Martín, Jamaica y las Antillas francesas enfrentan situaciones similares, pero ya la ciencia comienza a dar respuestas puntuales.
En República Dominicana, por ejemplo, el biólogo marino Francisco Antonio Santos Mella, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, encabeza un proyecto pionero que emplea tecnología satelital y modelación matemática para prever el arribo y el volumen de tan cuestionable visitante.
También, universidades locales, el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología y el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional investigan usos potenciales del sargazo: desde fertilizantes orgánicos y biocombustibles hasta balsas de pesca sostenibles.
Desde el Estado se han dado pasos importantes con la creación del Gabinete de Lucha contra el Sargazo, que lidera el Ministerio de Medio Ambiente e integran otras entidades públicas y privadas, que proyecta recolectar 50 mil toneladas el próximo año 2026 y duplicar esa cifra en 2027 y se discute la creación de un observatorio nacional con participación ciudadana.
El sector turístico, directamente afectado, también ha respondido con pragmatismo y creatividad y cadenas hoteleras emplean maquinaria especializada para la recolección costera, mientras pequeños operadores contratan brigadas locales que limpian las playas desde temprano.
Es, realmente, una confirmación de que se puede convertir una debilidad en una oportunidad y, para ello, no se puede perder tiempo. El sargazo puede ser el catalizador de una nueva economía azul dominicana, en la que converjan ciencia, innovación, emprendimiento verde y compromiso con el entorno.