
Los partidos políticos dominicanos que han gobernado el país tienen tantas cosas en común que, más que diferenciarse, parecen imitarse entre sí en su forma de actuar una vez consolidados.
La historia reciente muestra cómo los conflictos internos han provocado la fragmentación de grandes organizaciones como el PRD, el PRSC y, más recientemente, el PLD.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) parece haber llegado a esa misma etapa. Tras su meteórico ascenso al poder en menos de una década de haberse formalizado como una fuerza política competitiva, hoy enfrenta su tramo más espinoso desde la fundación.
Más allá de los retos del Gobierno, al PRM le acecha el fantasma de la división interna, el mismo que en su momento desintegró a sus antecesores.
La lucha por el poder y las aspiraciones presidenciales de varios dirigentes auguran una batalla interna que podría dejar heridas profundas. Vendrán amarres, celos, zancadillas, acuerdos tras bastidores y maniobras que, si no se manejan con prudencia, podrían conducir al mismo desenlace del “alma mAter” del PRM: el viejo PRD.
Con tantos aspirantes, algunos con mejores números que otros, la repartición del apoyo dentro de la militancia no bastará para satisfacer a todos.
Algunos declinarán, otros se mantendrán firmes en no respaldar a nadie, y los resentimientos podrían pesar más que las alianzas.
El reto del PRM será romper el patrón para evitar repetir la historia. Ante este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿podrá el PRM prolongar su permanencia en el poder más allá de 2028? Para lograrlo, deberán alinearse varios factores.
En primer lugar, el presidente Luis Abinader, quien se proyecta en la presidencia del partido, deberá convertirse en árbitro y mediador entre las distintas corrientes internas. En segundo lugar, el partido necesitará un candidato capaz de unir, no dividir; con liderazgo, moderación y aceptación interna y externa.
¿Quién podría encarnar ese perfil? Viendo el rol protagónico que el presidente ha otorgado a la vicepresidenta Raquel Peña, quien se ha convertido en una figura clave del Gobierno por su preparación, prudencia y capacidad ejecutiva, no parece descabellado pensar que pueda ser la carta de continuidad. Su posible candidatura no sorprendería a nadie, sobre todo porque su aspiración no es un secreto.
Además, la figura de Raquel Peña garantizaría la continuidad de la agenda gubernamental de Abinader, evitando un cambio brusco de rumbo. Raquel llegó al poder siendo una desconocida en el ámbito político, pero ha demostrado temple, discreción y eficacia. Y en política, esos atributos pueden ser el mejor escudo ante la tempestad que se avecina dentro del PRM.
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José Miguel de la Rosa
Egresado de la carrera de Comunicación Social, mención Periodismo, por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Posee diplomados en comunicación política, periodismo de datos, periodismo digital, entre otros. Cuenta con más de 13 años de experiencia en el ejercicio periodístico, con ...