El "polvorín" de las desigualdades

El «polvorín» de las desigualdades

El «polvorín» de las desigualdades

Daris Javier Cuevas es economista y académico.

Las incoherencias prevalecientes en la aplicación de política económica en América Latina se pueden considerar como uno de los factores transversales que dan origen a la brutal vulnerabilidad económica, política y social en la cual ha caído la región en las últimas dos décadas, tras las reformas estructurales de los 90. Esta situación se puede apreciar en los tipos de cambio, las políticas fiscal y monetaria, así como la ausencia de una política de industrialización intrarregional, y concentrarse en ser suplidor de materia prima hacia las economías desarrolladas, con objetivos individuales, sin plantearse metas regionales integracionistas.

El inicio de la industrialización en América Latina lo encontramos desde mediados del siglo XX en países como Brasil, Argentina y México y en algunos países pequeños, impulsados por la política de industrialización por sustitución de importaciones, básicamente para bienes de consumo ligero, cuya fase en la producción de bienes intermedios y de capital se produjo, de manera lenta y tardía, lo que explica, con gran exactitud, el lánguido desarrollo en que se encuentra la región y, por tanto, el desequilibrio regional predominante.

Pero es que América Latina se ha caracterizado, en toda su historia, por un escaso desarrollo industrial y economías monoproductoras y monoexportadoras, así como insuficiente nivel de ahorro y de inversión. Con relación a los indicadores sociales, existe un deterioro ancestral cuya expresión máxima son la desnutrición, el analfabetismo, las altas tasas de mortalidad y la baja esperanza de vida generalizada, y en lo económico el más grande desafío permanente que tiene la región es dar el salto hacia el desarrollo; mitigar los niveles de pobreza; reducir la deuda pública y el subdesarrollo que normalmente arrastra.

El orden económico deficitario y las crisis económicas generaron tensiones políticas en los diferentes países de la región, los cuales, luego de experimentar gobiernos de facto iniciaron, en forma gradual, pero sostenida, el tránsito hacia gobiernos democráticos, desde mediados de la década de los 80, dando apertura plena a las libertades políticas y las reformas económicas estructurales. Es en tal contexto que se logró impulsar un ambiente macroeconómico que atenúe la volatilidad, fomente la productividad y favorezca la inclusión que hoy sugiere el establecimiento de pactos sociales necesarios ante un momento de cambios en las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad, básicamente requerido por la actual crisis sanitaria y económica.

El malestar de la desigualdad económica tiene un impacto perceptible con la presencia de un mercado laboral muy precario e incapaz de retener los puestos existentes y viabilizar el ingreso de nuevas personas que demandan empleo por primera vez. Tal malestar se profundiza en la inequidad de la remuneración a los empleados, y en lo que respecta al desempleo y a la seguridad social, entorno en el que se manifiesta con crudeza la desigualdad económica, evidenciado en la actual coyuntura de crisis económica

Pero es que, en la actualidad, se está ante la presencia de momentos que son abiertamente injustos, fruto de que la acumulación de riqueza por unos pocos, cada vez se hace más innegable y acrecentada. Tal como se evidencia en todos los estudios realizados recientemente, y que muestran que 85 personas en el mundo poseen la misma riqueza que 3,600 millones de personas, equivalente a la mitad más pobre de la humanidad, lo que en la práctica se expresa en que las fortunas de los más ricos se han ampliado; mientras que el patrimonio de los más pobres ha ido fuertemente deteriorado y que se acelera en medio de la pandemia global.

La realidad predominante en la economía global conduce a la triste conclusión de que la desigualdad es uno de los principales problemas a los que se enfrentan las sociedades y economías modernas, lo que afecta a diferentes espacios de la vida de las personas, como la desigualdad económica, la desigualdad social o la desigualdad de oportunidades. Esto significa que el concepto de desigualdad es lo opuesto de igualdad, es decir, la falta de equidad entre dos o más cosas que, aplicado a la realidad, explica, en gran medida, la tendencia creciente del fenómeno de la pobreza, a escala global con mas crudeza a partir de la presencia del <coronavirus.

Resulta inocultable que la desigualdad económica se haya expandido de manera sostenible a escala planetaria, fenómeno este que se ha generalizado, de una manera vergonzosa, en pleno desarrollo del siglo XXI y multiplicado con la crisis sanitaria.  Por tales razones, la desigualdad es el fenómeno socioeconómico de mayor preocupación en las últimas dos décadas y es la peor enfermedad del siglo, por tanto, es un polvorín en desarrollo.



Daris Javier Cuevas

Economista-Abogado Máster y Doctorado en economía Catedrático de la UASD