El poder del desorden

El poder del desorden

El poder del desorden

Daris Javier Cuevas.

El epígrafe que acompaña a este trabajo corresponde al libro del economista norteamericano Tim Hartford, calificado como heterodoxo por su forma de disentir con sus demás colegas que observan el mundo circundante. En el texto en cuestión, Hartford impresiona y cautiva al lector al plantear una serie de argumentos donde esboza que el desorden es natural e incluso muy útil en nuestra vida diaria.

Tim Hartford sostiene que luchar contra la tendencia humana de buscar el orden y practicar las rutinas planificadas para obtener unas mejores decisiones chocan con los tradicionales criterios del éxito. Este economista no comparte los ataques peyorativos del concepto de desorden, en virtud de que sistemáticamente se apela al sesgo psicológico de pensar que el orden es bueno y el desorden es malo, pura y simple sin establecer los parámetros establecidos para ambos extremos.

Un argumento sostenible por parte de Hartford es que las evidencias psicológicas empíricas muestran que donde las interrupciones aleatorias, o desordenadas, en un proceso ordenado generan más ideas creativas que las reuniones programadas. Por tanto, establece que los imprevistos son más efectivos para la creatividad ya que la distracción es un proceso neurológico muy útil para que emerjan las ideas creativas ya que el principal enemigo de la creatividad no es el orden sino el aburrimiento del proceso ordenado.

Pero no se trata de que Tim Hartford sea un fundamentalista del desorden ni del modelo de improvisar, por el contrario, estable que para asumir esta última hay que practicar, tener disposición a enfrentarse a situaciones caóticas. Pues tener la habilidad para escuchar la verdad y estar dispuesto a asumir riesgos, se requiere tener experiencias, actitud y ante todo, asumir la creación de espacios de error sin importarle su eficacia planificada y esto es una tarea del valor de actuar.

El profesor Tim Hartford interpreta que la realidad caótica del mundo no se va a poder valorar por su medición, pero esta si puede cambiar la percepción de la realidad. Por tal razón sostiene que actuar bajo una visión de cortoplacismo nos conduce a pensar en objetivos que no cambien en el futuro ya que el mundo cambia rápidamente, pero las burocracias suelen mantener el mismo ritmo, por tanto, medir el rendimiento necesita de un cambio de comprobaciones más profundas.

Es en tal escenario que Hartford advierte que diseñar objetivos más complejos no es la respuesta apropiada en tiempos de crisis ya que una medida compleja se puede pervertir igualmente, y una sencilla regla general suele ser una gran premisa de lo que está ocurriendo. Para el economista Hartford lo transcendental es la capacidad de cambio de los objetivos y de la medición del rendimiento de dichos objetivos más que su nivel de complejidad.

En el contexto en que Hartford plantea sus reflexiones sobre el poder del desorden es enorme, pues el problema no es que no exista el desorden, es que el orden es efímero y con un entorno que cada vez se convierte en caótico.

En la actualidad asistimos a una gran desorganización fruto de la crisis sanitaria y económica en que el poder del desorden parece imponerse en todos los ámbitos de la sociedad y donde los gobiernos no están tomando buenas decisiones ni son prefijadas de una reflexión previa, donde no hay creatividad y que todo parece indicar que nada es bueno ni malo, lo que bajo el enfoque de este economista se puede concluir es que solo se observan personas y autoridades  que gestionan su desorden para convertirlo en su orden.



Daris Javier Cuevas

Economista-Abogado Máster y Doctorado en economía Catedrático de la UASD