El perdón

Hace unos días, mi amiga Yvelise Sosa compartió un mensaje sobre el perdón, basado en Efecios 4:32: “Más bien sean buenos y compasivos unos con otros, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en cristo”.
El articulo seguía así: “El perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ofendió, el perdón es un mecanismo para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón.
Yo puedo decidir perdonar a alguien, que no está arrepentido de verdad de haberme dañado, por que mi intención al perdonar no es que esa persona quede libre de culpa, sino que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien, que haya desatado la amarra que me tenía detenido en el puerto.
Es muy importante saber que el perdón no exime de culpa al ofensor, sino que libera al ofendido. Necesitamos decidir perdonar, para ser libres de las heridas.
El perdón es un mecanismo para que nuestro corazón sane, nuestra alma brille, y nuestra vida vaya en aumento, para que podamos desarrollar este potencial que poseemos y que nadie nos puede quitar nunca”.
Curiosa ante esta teoría seguí buscando información sobre los beneficios del perdón y encontré que no siempre resulta igual de beneficioso, porque la persona afectada se siente doblemente afectada por también tener la responsabilidad de perdonar y aunque parece infantil puede ser un disparador de conflictos y disgustos.
“Las palabras más sabias, y que encierran más sabiduría que el pedir perdón, son: ¡lo siento! Decir “lo siento” quiere decir que a mí también me afectó el daño que hice, y “siento”. Por otro lado, estoy diciendo que cargo con la culpa de lo que hice y me hago responsable. Bert Hellinger lo llama “venganza con amor”.
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