Santo Domingo.– La psicóloga educativa Manuela Rodríguez advirtió sobre el riesgo de normalizar las bromas dentro del aula, especialmente cuando provienen de los propios docentes, sin una reflexión crítica sobre el impacto que determinadas expresiones pueden tener en los estudiantes, sobre todo aquellas que refuerzan estereotipos de género o cualquier forma de discriminación.
Rodríguez abordó el tema en su narrativa titulada “Las bromas no son solo bromas: una reflexión educativa sobre el impacto de las palabras en el aula”, presentada en el marco de la Maestría en Género y Políticas de Igualdad en Educación, un espacio académico coordinado por el Centro de Estudios de Género (CEG) del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
Durante su exposición, la especialista sostuvo que, aunque muchas expresiones puedan parecer inocentes o producto del humor cotidiano, una broma cargada de prejuicios puede generar consecuencias emocionales y sociales profundas en quienes la reciben. “Aunque parezca una simple ocurrencia, una broma que refuerza cualquier tipo de prejuicio puede tener consecuencias importantes”, afirmó.
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Rodríguez alertó que este tipo de prácticas contribuye, muchas veces de forma inadvertida, a reproducir normas sociales que perpetúan la desigualdad, el sexismo y la exclusión dentro de los espacios educativos. “A menudo, estas ‘bromas’ contribuyen a normalizar la discriminación y el sexismo”, puntualizó.

En ese contexto, destacó el rol fundamental del personal docente en la construcción de ambientes de aprendizaje respetuosos e inclusivos, señalando que los educadores deben asumir una postura reflexiva que permita a los estudiantes comprender el peso real de sus palabras y acciones.
No obstante, reconoció que muchos docentes no cuentan con las herramientas necesarias para abordar de manera efectiva situaciones relacionadas con microagresiones, lenguaje discriminatorio o dinámicas de exclusión. “Esa es una realidad preocupante”, expresó, al tiempo que consideró imprescindible que el sistema educativo garantice capacitaciones continuas que permitan identificar y enfrentar este tipo de conductas en el aula.
El poder de las palabras
La psicóloga educativa subrayó que uno de los mayores retos del proceso formativo es lograr que los estudiantes comprendan que el lenguaje tiene un poder significativo, y que las bromas dejan de serlo cuando refuerzan desigualdades o afectan emocionalmente a otras personas.
“El trabajo educativo debe estar orientado hacia la prevención de este tipo de comportamientos, fomentando la empatía, el respeto y la autorreflexión”, sostuvo Rodríguez, al enfatizar la importancia de integrar estos valores de manera transversal en el currículo escolar.
Asimismo, explicó que este tipo de situaciones pueden convertirse en oportunidades pedagógicas, permitiendo que los estudiantes cuestionen sus propios comportamientos y desarrollen habilidades críticas para identificar actitudes problemáticas tanto en sí mismos como en su entorno.
“Estos incidentes también pueden ser útiles para enseñar a los alumnos a gestionar sus emociones y a comprender las de los demás”, añadió, resaltando la necesidad de fortalecer la inteligencia emocional como parte esencial de la formación integral.
Hacia aulas más inclusivas
Finalmente, Rodríguez afirmó que abordar de manera abierta y responsable temas relacionados con estereotipos, prejuicios y discriminación contribuye a la construcción de comunidades educativas más respetuosas e inclusivas.
“A través de estas situaciones se puede promover el respeto, la empatía y la equidad, pilares fundamentales para una convivencia armónica”, concluyó la experta, reiterando que el aula debe ser un espacio seguro donde cada estudiante se sienta valorado y respetado.