El pecado
“Mi único pecado ha sido, haber nacido con mi piel teñida con el color de la noche”
(José Francisco Peña Gómez)
Los seres humanos tenemos que privilegiar lo correcto, lo equitativo, a nuestro gusto particular. Hay una expresión que se utiliza mucho y que es importante recalcar y es aquella de “ponerse en los zapatos del otro”.
Haití y su gente son nuestros vecinos; están ahí y no se irán. Actualmente, son responsables de dinamizar la economía del día a día con su chiripeo, entre otras cosas, porque el dominicano decidió ganarse la vida de forma más fácil, motoconchando más que cultivando la tierra. Los haitianos nos proveen desde tarjetas de llamadas, jugo de china, maní, hasta un rico palito de coco acompañado de una pegajosa canción. Como si fuera poco, ésos que son discriminados, vigilan nuestros bienes e inteligentemente aprenden nuestro idioma, mientras nosotros no nos interesamos por el de ellos.
No están en República Dominicana por azar, están con el legítimo derecho que tiene todo ser humano a buscar mejor vida, como lo hizo mi abuela italiana al llegar a suelo dominicano, como estoy yo en Canadá, nación próspera basada en la inmigración ¡REGULADA! Están, porque durante decenas de años utilizamos su mano de obra para, entre otras cosas, cultivar la caña, profesión que abandonaron los dominicanos por dura, y también, porque los poderosos dueños de esos negocios prefirieron pagar menos a gente que, además, exigía menos calidad de vida.
La presencia masiva haitiana en República Dominicana es una consecuencia directa de los dominicanos. Nosotros los contratamos, nosotros dejamos que pasaran el Masacre a pie. Nosotros no regulamos su presencia en nuestro territorio, y ahora, con una sentencia, queremos desconocer nuestra responsabilidad.
Los hipócritas pueden seguir mirando de lado. La verdad es que la sentencia del tribunal constitucional es una sentencia racista, una sentencia basada en el color de la piel de los implicados; por demás, un contrasentido, pues hasta por el sol caribeño nuestras pieles se oscurecen. Si hubiéramos sido arropados por blancos alemanes, jamás se hubiera producido esa sentencia.
Sin duda, estamos escribiendo una de las más vergonzosas páginas de derechos humanos que jamás haya sido escrita por nación alguna.
Respeto y admiro los juristas que abordan el tema, pero no pierdo tiempo con análisis legales, porque donde no existe justicia, no tiene sentido hacerlo. Los ejemplos de lo que expreso huelga citarlos; la verdad está en el sentimiento anti haitiano, en la negación de lo evidente, en el lavado de manos como Poncio Pilatos.
Un país que diga ser civilizado no puede actuar tan cobarde e irresponsablemente. No es una sentencia para regularizar los extranjeros en suelo dominicano, es una sentencia con el objetivo de desconocer los derechos de los haitianos. Dejémonos de farsas; todo porque son negros: ése es el pecado.
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Elías Brache
Vice canciller de la Republica, gerente del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel) y Cónsul General en la ciudad de Chicago, Estados Unidos de América.
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