El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, está decidido a que su país salga del Parlacén (Parlamento Centroamericano), seguramente porque se ha dado cuenta de que el mismo no sirve para nada. Costa Rica se salió antes. Pero el resto de las naciones de la región, con la República Dominicana de ñapa, sigue formando parte de esa costosa entelequia a la cual, en el caso nuestro, tenemos que dedicarle unos buenos millones de dólares al año.
En los países centroamericanos que todavía persisten en mantener la entidad, los representantes o diputados que acuden cada mes a Guatemala, que es la sede principal, son electos por el pueblo. En la República Dominicana los nombra el Presidente de la República, quien los escoge entre los variados menús que le presentan los diferentes partidos políticos, a sabiendas de que eso no sirve para nada, excepto para pasarla bien y recibir un jugoso salario en dólares.
Si estoy equivocado o mal informado, que alguien me lo diga. Prometo, si eso sucede, proclamarlo a los cuatro vientos y pedir perdón a mis lectores y a los señores del Parlacen. Pero si no es así, ¿qué esperamos para seguir los pasos de Costa Rica y Panamá?