"El pajón": Nueva realidad dominicana

«El pajón»: Nueva realidad dominicana

«El pajón»: Nueva realidad dominicana

República Dominicana, una isla en El Caribe, con temperatura de 35 grados Celsius, enmarcada por el mar turquesa y gente por todas partes. Es así como se desarrolla esta escena donde el principal protagonista es el prejuicio.

Un día cualquiera, esta mulata decide lavarse el cabello, como consecuencia de mucha presión por parte del clima caluroso. La prisa no dejó tiempo para secarlo, por lo que la brisa tuvo que ayudarme. Salí de mi casa, como se dice en buen dominicano: “despavoría” y, sin querer, dejé una parte de mí ser libre, auténtica y 100% natural. Sin darme cuenta fui partícipe de un acto de liberación al dejar que mi cabello fuera como es: rizo.

Esta sensación de alivio, de no tener que estresarme en alaciar el cabello, fue interrumpida por comentarios como: “¿no te dio tiempo de peinarte?”; “¿y ese pajón?”; “greñúa, ¿necesitas dinero para ir al salón?”, etcétera. Voces que moldean la conducta y la doblegan hasta que te rindes ante los estereotipos de una sociedad con tanta moral, que hasta tiene doble.

Si rebobinamos un poco la historia dominicana, vemos que parte de nuestros orígenes no tienen nada que ver con cabellos lacios y sin ondas, todo lo contrario, nuestro origen tiene textura crespa, riza o como quieran llamarle. ¿En qué momento dejamos a un lado nuestra identidad para empezar a responder a patrones impuestos por otras culturas que nada tienen que ver con este merengue típico?

¿Pelo malo, pelo bueno, qué cosa es esa? ¿Por qué razón, motivos o circunstancias el cabello riso tiene que ser “malo”? ¿Quién los bautizó de esa forma tan despectiva? En países desarrollados ves la naturalidad en su máxima expresión, porque entienden que estar con el cabello natural también es un peinado. Son muy pocas las personas que invierten tiempo en alterar la naturalidad del cabello para estar “bonitas”, prefieren invertir el tiempo del salón en caminar, hacer las compras, leer un libro o hacer algo que les produzca más beneficios que masacrar los cabellos para encajar en la sociedad.

Sin embargo, hace poco tiempo, en nuestra ciudad de 35 grados Celsius se cocina un fenómeno de liberación “cabellística”. De cinco mujeres que salen a las calles, al menos una deja su cabello natural. La mujer dominicana ha empezado a aceptar nuestra identidad; está cada vez más empoderada y segura de ella misma. En buenos términos, la mujer dominicana “se desacató” y éste desacato lo podemos ver a través de su cabello natural.

La nueva realidad dominicana tiene nombre, yes “el pajón”. Me alegro. Se está acercando la hora de que las dominicanas acepten lo que somos, de dónde venimos para poder seguir construyendo hacia dónde vamos. Me llena de mucha alegría saber que cada vez son más las mujeres que usan su cabello natural, sin escudos, ni ataduras a un salón de belleza cada sábado en la tarde.

Espero que este humilde aporte motive a que más mujeres se unan a este acto “descabellado” y formen parte de la nueva realidad dominicana, el pajón.



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