El 14 de marzo de 1963 el diario El Nacional, por aquel entonces el principal periódico de Venezuela, informó a sus lectores que tras un cambio entre sus accionistas ahora contaba con un nuevo presidente, una nueva junta directiva, un nuevo director y unos nuevos estatutos de la redacción.
La noticia no decía, sin embargo, que estos cambios habían sido forzados por un brutal boicot publicitario al que ese diario había sido sometido durante dos años y ante el cual, tras casi caer en la quiebra, finalmente había claudicado al aceptar la salida de su fundador, jefe de redacción y copropietario: el reconocido escritor venezolano Miguel Otero Silva (MOS).
El episodio dejó muchas preguntas sin responder pues nunca llegó a conocerse el origen de esta maniobra contra El Nacional.
Hasta ahora.
Documentos desclasificados entre 2019 y 2020 obtenidos por BBC Mundo revelan que esta operación fue creada y orquestada por los servicios de inteligencia británica, que buscaban debilitar al diario, al que señalaban de tener simpatías con el comunismo.
«El año pasado, por medios retorcidos, esta oficina persuadió a las principales organizaciones económicas aquí para que dejaran de publicar avisos en ‘El Nacional’. Esto forzó al periódico -el más grande de Venezuela con propietarios y personal comunista- a abandonar su campaña en favor de la expropiación de empresas extranjeras y la agitación comunista», escribió en un informe secreto Leslie Boas, quien para ese momento era primer secretario de la Embajada de Reino Unido en Caracas.
«Es un gusto ser capaz de decir que durante el año 1962 ‘El Nacional’ cambió de gran manera su tono«, agregó Boas en el documento fechado en enero de 1963, consultado por BBC Mundo en los Archivos Nacionales de Reino Unido.
La campaña contra el diario se enmarcó en un momento particular de la Guerra Fría, en el que las potencias occidentales intentaron contener la expansión del comunismo en América Latina tras el triunfo el 1 de enero de 1959 de la Revolución cubana, que se hallaba entonces en plena efervescencia.
La democracia en Venezuela apenas vivía sus primeros años y el gobierno del presidente Rómulo Betancourt hacía frente a dos tipos de amenazas: los levantamientos militares que buscaban reinstaurar un régimen militar de derecha y los intentos del Partido Comunista y otros movimientos de izquierda radical para derrocar al gobierno mediante una revolución armada como la cubana.
Los documentos de la inteligencia británica recientemente desclasificados despejan las dudas que hubo durante décadas sobre quién estaba detrás de la campaña contra El Nacional.
Leslie Boas era el encargado en Caracas del Departamento de Investigación de Información (IRD, por sus siglas en inglés), una oficina secreta del Ministerio de Relaciones Exteriores Británico (Foreign Office) dedicada a las tareas de propaganda e influencia en la década de 1960.
El IRD recopilaba información sobre grupos y personalidades procomunistas y, al mismo tiempo, generaba material informativo anticomunista que luego facilitaba a medios, personalidades y otras organizaciones, que los difundían como si fuera propio.
Boas también era responsable del IRD para el resto de América Latina, por lo que no solamente encabezó esta operación en Venezuela, sino que articuló un amplio número de acciones de propaganda encubierta en muchos otros países.
La maniobra contra El Nacional había comenzado en 1961.
En un reporte fechado el 25 de mayo de 1961 y clasificado como «top secret», Boas informó a Londres sobre la evolución «satisfactoria» de la operación contra el diario caraqueño.
«Como ustedes saben, el Nacional era el periódico con la mayor circulación en Venezuela, cuyo dueño y la mayor parte de sus trabajadores eran comunistas y simpatizantes [del comunismo] y además es la sede de la Asociación de Prensa Venezolana, dominada por comunistas.
«Como también saben, hemos sido incapaces (…) de conseguir colocar material anticomunista en el periódico o incluso (…) material que hubiera sido considerado útil para Reino Unido y para las ideas occidentales. Por ello, hemos tomado la línea de que si uno no puede hacer que el periódico coopere, sería mejor intentar debilitarlo«, escribió Boas al explicar las motivaciones detrás de la operación.
En ese informe, dirigido a Sir Donald C. Hopson, quien para la época era el jefe del IRD en Londres, Boas comentaba los buenos resultados iniciales obtenidos.
«Esta idea parece haber despegado bien al punto que El Nacional ahora está publicando muy poca publicidad y ha tenido que reducir en 20 [el número de] sus páginas, mientras que su circulación ha caído de 70.000 a 45.000 [ejemplares diarios].
«Un acontecimiento adicional ha sido que El Nacional ha tenido que reconstruir su junta directiva y que su editor jefe y director, Miguel Otero Silva, quien además es uno de los propietarios principales y un comunista, ha abandonado la junta directiva y se ha ido a vivir a Italia por una temporada», agregó Boas.
Miguel Henrique Otero, actual presidente editor de El Nacional e hijo del fundador Miguel Otero Silva, no está de acuerdo con la visión que tenían los británicos sobre su padre ni sobre El Nacional.
«Mi papá apoyaba la revolución cubana,pero no era partidario de la lucha armada. Nada que ver. Es más, mi papá tuvo un encuentro con Fidel en el que Fidel se disgustó mucho porque él le habló de hacer elecciones en Cuba», explica a BBC Mundo.
Asegura que el periódico tomaba posiciones ante la actualidad política, pero era plural.
Otero dijo estar sorprendido al enterarse de que la inteligencia británica había orquestado la operación contra El Nacional.
«Para mí es una novedad. Yo no sabía eso. Sabía que había fuerzas detrás de eso, pero creía que eran más bien norteamericanas, no inglesas. Es una sorpresa», comentó a BBC Mundo antes de la publicación de esta investigación.
En un texto titulado «Una maniobra reaccionaria contra El Nacional», publicado en su portada del 8 de junio de 1961, el diario venezolano informó por primera vez a sus lectores sobre la campaña de ataques a la que había estado sometido durante los últimos meses.
«Su objetivo primordial parece ser obligarnos, por medio del chantaje y la coacción, a torcer la línea política y periodística de unidad democrática que ha caracterizado a este diario desde su fundación», denunciaba el periódico.
«Por teléfono, en cartas anónimas, con la amenaza y la calumnia como armas, tratan de presionar a las empresas comerciales para que retiren sus anuncios de las páginas de nuestro diario. En su maquinación esgrimen una torpe impostura según la cual El Nacional no es un periódico al servicio de la cultura y de la democracia, vale decir al servicio de la nación venezolana, sino un órgano oficioso de Nikita Kruschev o de Fidel Castro», agregaba.
El Nacional atribuyó esta operación a los «incondicionales del falangismo franquista», a los «viudos de Fulgencio Batista» (el gobernante al que depuso la Revolución cubana) y a los «conspiradores criollos que pugnan por quebrantar la estabilidad democrática del país».
Algunas de estas sospechas no estaban desencaminadas.
Según revela el reporte secreto enviado por Leslie Boas el 25 de mayo de 1961, la operación requirió de la implicación de distintos grupos y organizaciones de orientación conservadora y anticomunista, a los que los agentes británicos habían logrado persuadir para iniciar una campaña para retirar los anuncios de El Nacional.
Entre las organizaciones que se sumaron, Boas menciona «una asociación local anticomunista de banqueros y grandes hombres de negocios -Instituto Venezolano de Estudios Económicos y Sociales-; el movimiento local anticastrista, que consiste en un buen número de personas muy ricas, muchas de ellas relacionadas con los cubanos; un número de personas de grandes empresas privadas en Venezuela; la asociación de mujeres católicas, etcétera».
El actual presidente editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero, señala que el hecho de que el diario fuera progresista y favorable a la Revolución cubana generó «una suerte de cortocircuito con ciertos sectores más conservadores del empresariado».
«Eso fue aprovechado por la competencia, por El Universal, que era el gran periódico de Venezuela cuando nació El Nacional en 1943, pero que sufrió mucho porque El Nacional le fue dando palos», comenta a BBC Mundo.
«Esa era la oportunidad de acabar con El Nacional«, agrega Otero, quien sostiene que los organizadores del boicot operaban desde la sede de El Universal.
Y es que El Nacional no encontró solidaridad dentro de su propio gremio. El Bloque de Prensa (la organización que agrupa a los editores) guardó silencio, mientras que hubo medios que apoyaron activamente la campaña -como la Cadena Capriles- que publicó avisos contra el diario fundado por Miguel Otero Silva.
En las minutas desclasificadas de una reunión del Information Research Department realizada el 25 de julio de 1961 en las oficinas de Hopson en Londres, en la que Boas rindió un informe sobre la campaña contra El Nacional -calificada como «operación anticastro»-, se confirma la implicación de otros medios venezolanos, aunque estos no son identificados.
«Boas dijo que este trabajo ha estado marchando exitosamente. Los periódicos habían estado reacios a cooperar inicialmente, pero ahora ellos estaban más interesados», señala el documento.
Más allá de posibles temas de competencia comercial, esta «cooperación» de otros periódicos con la campaña contra El Nacional podría explicarse también en parte por el hecho de que los medios -al igual que el grueso de la sociedad venezolana- parecían haber perdido para entonces la simpatía que había sentido inicialmente por Fidel Castro tras el triunfo de la Revolución cubana.
Según reseñó The New York Times en un artículo publicado el 18 de diciembre de 1960: «El año pasado, casi toda la prensa venezolana fue unánime en alabar a Castro. Ahora solamente un importante periódico de Caracas parece mantener alguna simpatía por el líder cubano«.
La operación contra El Nacional comenzó con una campaña de mensajes de origen desconocido.
«Una oleada de anónimos escritos y telefónicos se volcó súbitamente sobre las casas comerciales que anuncian en este periódico. En ellos se les amenazaba con violencias y saqueos, incluso con atentados sobre sus vidas y las de sus familiares, si no procedían a retirar la propaganda publicitaria de nuestras columnas», contaba el diario venezolano en un editorial publicado el 28 de junio de 1961.
Había rumores que apuntaban a una operación de la inteligencia estadounidense.
«¿Por dónde viene este ataque? La gente decía que era la CIA, que era el Departamento de Estado de EE.UU. Yo no te sé decir a ciencia cierta de dónde venía», comentó Omar Pérez, un veterano periodista que trabajó en El Nacional en la época del boicot en una entrevista con BBC Mundo pocos meses antes de fallecer en octubre de 2021 a los 96 años de edad.
Y es que, simultáneamente a la campaña de llamadas y de cartas amenazantes, comenzaron a aparecer en otros periódicos venezolanos avisos pagados contra El Nacional que aparecían firmados por la Organización de Lucha Anticomunista (O.L.A.).
«Había una campaña que decía ‘La OLA’. ¿Qué era la OLA? Una organización anticomunista que nadie conocía, que arremetió contra El Nacional y contra todos los comerciantes y todos los industriales que pudieran anunciar en El Nacional», recordó Pérez.
En el informe de actividades del IRD en América Latina correspondiente a 1962, Boas confirmó la existencia de vínculos entre el IRD y la OLA.
«Esta pequeña organización, que tiene el respaldo de varias personalidades de alto nivel en Venezuela y que genera su propio contenido informativo, ahora está usando nuestro material», agregó Boas, quien años más tarde llegó a ser embajador británico en República Dominicana.
En paralelo a los ataques anónimos, el diario debió enfrentar un boicot abierto convocado por las grandes empresas del país, después de que había acusado a la cadena estadounidense de tiendas Sears Roebuck de ser una de «las primeras y más entusiastas en adherirse a la campaña en su contra» y, sobre todo, tras calificarla como un «consorcio monopolista extranjero que interviene en la política nacional al organizar y alentar un boicot de tipo fascista».
Esas afirmaciones sirvieron de justificación para que el 18 de julio de 1961 la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA) recomendara a sus miembros abstenerse de publicar anuncios en El Nacional.
La conjunción de estos factores dejó al periódico en una situación de vulnerabilidad.
«Los grandes anunciantes de la prensa venezolana (incluido El Nacional) eran las empresas petroleras, las distribuidoras de automóviles y repuestos, los artefactos eléctricos, cigarrillos, licores y alimentos, los supermercados, las líneas de aviación, en su mayoría norteamericanos. Todos suspendieron su publicidad en El Nacional», relata a BBC Mundo Manuel Cabieses, un periodista chileno que trabajó en ese diario entre 1959 y 1963.
En su libro «Noticias Censuradas», el periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel, quien era reportero de El Nacional en esa época, destaca que importantes compañías venezolanas también participaron en el boicot.
«Junto a empresas norteamericanas como Sears, General Electric, Pan American, Standard Oil (Creole), se alinearon las más importantes de capital venezolano como las empresas del Grupo Mendoza, la Electricidad de Caracas, los Vollmer, la banca, etc., empeñados en hacerlo cambiar su línea informativa», escribió.
Los avances en la operación contra El Nacional eran celebrados en las oficinas del IRD en Londres.
«Esta es la primera vez que yo sepa que hemos logrado dar un golpe realmente efectivo por la vía de la publicidad«, escribió Hopson en un texto manuscrito fechado el 9 de junio de 1961 e incluido en uno de los expedientes desclasificados.
«Durante el año [1962] ha sido posible conseguir que grandes empresas locales mantengan su presión sobre el periódico ‘El Nacional’, para evitar que ese periódico retorne a su línea comunista», apunta Boas en un informe a inicios de 1963, poco antes de que El Nacional claudicara.
Pero ¿cómo y por qué Reino Unido, entonces gobernado por el primer ministro conservador Harold Macmillan, desarrolló esta operación contra El Nacional?
BBC Mundo intentó consultar al respecto al Foreign Office, pero al momento de publicar esta nota no se había recibido ninguna respuesta.
Rory Cormac, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, considera que el gobierno británico tenía dos motivaciones distintas para una operación de este tipo.
«La primera razón era dar un impulso a la relación especial angloestadounidense, para demostrar que los británicos estaban dispuestos a ayudar en aquellos lugares donde Estados Unidos tenía dificultades. Los funcionarios del Ministerio Exterior británico consideraron que EE.UU. estaba en declive en la región, particularmente tras la Revolución cubana, y querían mostrar al gobierno estadounidense que los británicos podían contribuir», dice Cormac a BBC Mundo.
Cuenta que, en esa época, el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy se había quejado de que su país estaba asumiendo una carga excesiva cuando se trataba de combatir el comunismo alrededor del mundo.
«Kennedy pensaba que los británicos y el resto de aliados europeos no estaban cumpliendo con la parte que les correspondía de esa tarea y los diplomáticos británicos pensaron que ayudando en lo que consideraban como la esfera de influencia estadounidense, obtendrían capacidad para presionar a Kennedy para que mantuviera su compromiso con la seguridad europea», explica.
La segunda razón para este tipo de operaciones en América Latina tenía que ver con las oportunidades de negocio que estaban surgiendo en la región.
«Reino Unido quería usar esta mano oculta para generar comercio con países del continente. Londres se dio cuenta de que países como Brasil y Venezuela se estaban haciendo más ricos y pensó que ayudando a los gobiernos a reducir la amenaza del comunismo le situaría en una buena posición para comerciar con esos gobiernos», agrega Cormac.
Este estudioso de las operaciones encubiertas británicas realizadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial afirma que quedó muy sorprendido cuando encontró en una serie de documentos desclasificados durante 2019 y 2020 muchos archivos sobre lo que denominaban «acciones políticas especiales» en América del Sur.
«No tenía idea de que Reino Unido había hecho semejantes esfuerzos concertados para usar el MI6 [el espionaje británico] y al llamado Departamento de Investigación de Información en la región», señala.
El impacto del boicot contra El Nacional se hizo sentir pronto y se iría transformando en una lenta agonía.
«Juzgamos deber insoslayable hacer saber a nuestros lectores que las provocaciones surtieron efecto demoledor en los primeros instantes y que un número considerable de casas comerciales retiró sus anuncios de este diario amedrentadas por el terrorismo verbal de los chantajistas», reconoció el periódico venezolano en su editorial del 28 de junio de 1961.
La campaña afectó tanto la circulación como el número de páginas del diario, que disminuyeron de un promedio de 60 por edición a unas 28 debido a la falta de anunciantes, según recuerda Manuel Cabieses.
Y las finanzas de la empresa se iban desangrando.
Un informe confidencial de El Nacional, citado por Díaz Rangel en su libro «La prensa venezolana en el siglo XX», estimaba las pérdidas económicas sufridas durante el primer año del boicot en 1.595.419 bolívares, lo que equivalía a unos US$340.000 de aquella época (poco más de US$3 millones en dinero de hoy).
Miguel Henrique Otero, actual editor de El Nacional, sostiene que el boicot tuvo un efecto devastador sobre el diario.
«Económicamente afectó muchísimo, porque lograron que prácticamente el 95% de los anunciantes se retirara«, dice a BBC Mundo.
El diario intentó aumentar los ingresos que obtenía con la venta de ejemplares y con la publicación de avisos clasificados. Se redujeron los gastos de personal, tanto por la vía de la reducción de salarios como de los despidos.
Omar Pérez, periodista que vivió el boicot desde dentro de la redacción, relató que algunos albergaron esperanzas y se hicieron gestiones infructuosas para que el gobierno del presidente Rómulo Betancourt arrimara el hombro para ayudar a ese diario.
«Esperábamos que en vista de esta situación el gobierno, que era un gran anunciante, empezara a enviar avisos de los ministerios para contribuir a que el periódico se reconstituyera, y peleábamos porque esos avisos no llegaban», contó Pérez a BBC Mundo.
Pero eso no pasó. El informe secreto del 26 de mayo de 1961, enviado a Londres desde la embajada británica en Caracas, parece dar pistas sobre por qué no llegaban gran cantidad de avisos procedentes de instituciones públicas.
«El gobierno está apoyando de forma indirecta la campaña, dándole a El Nacional muy pocos de sus anuncios oficiales«, escribió Leslie Boas.
La posición ambigua de Betancourt ante esta campaña podría explicarse por el hecho de que su gobierno enfrentaba en esa época un ambiente que consideraba insurreccional.
A finales de 1961 ya operaban en Venezuela los primeros frentes guerrilleros y, para 1962,el Partido Comunista se incorpora a la lucha armada y elabora un plan para la toma del poder.
A lo largo del boicot, la situación financiera de El Nacional no remontaba, por lo que comenzó a hacer algunas concesiones para apaciguar la campaña en su contra. Así, según Manuel Cabieses, empezaron a ignorar las noticias favorables a la Revolución cubana y se prescindió de los servicios de la agencia cubana Prensa Latina.
También fueron despedidos empleados que estaban señalados como simpatizantes del comunismo, incluyendo algunos que no eran periodistas.
Pero estas concesiones no lograron poner fin al boicot, que solamente terminó en marzo de 1963, cuando Miguel Otero Silva abandonó El Nacional. Como nuevo director fue nombrado Raúl Valera, quien era socio de un bufete de abogados que representaba los intereses del magnate estadounidense Nelson Rockefeller en Venezuela.
Las medidas adoptadas entonces incluían cambios en la propiedad del diario, cuya presidencia quedaba en manos de Alejandro Otero Silva, quien había comprado parte de las acciones de sus hermanos Miguel Otero Silva (MOS) y Clara Rosa Otero para formar una sociedad con tres accionistas en igualdad de condiciones.
También se reconfiguraba la junta directiva, que quedó integrada por hombres de negocios, abogados de empresas extranjeras y directores de empresas vinculadas con el capital extranjero, según recuerda Manuel Cabieses.
Además, se hicieron cambios en los estatutos de la redacción para establecer formalmente el compromiso del periódico con la «objetividad» y la obligación de sus reporteros a limitarse a informar, absteniéndose de comentar las noticias.
Miguel Henrique Otero considera que, al final, esta solución no fue tan drástica y destaca que años después del boicot, su padre volvió a comprar las acciones que había vendido.
«Hubo este arreglo familiar, un cambio en la junta directiva y él [MOS] se retiró un rato para que el periódico no desapareciera, pero no fue un cambio tan traumático porque a partir de entonces no fue que el periódico empezó a ser dirigido por unas personas extrañas, sino por personalidades como Ramón J. Velásquez y Arturo Uslar Pietri [dos reconocidos intelectuales venezolanos], que eran como de la familia», señala Otero.
Explica que aunque MOS nunca volvió a ocupar la jefatura de redacción de El Nacional, quienes asumieron ese cargo después siempre fueron personas de su confianza.
No obstante, de acuerdo con Díaz Rangel, esos cambios aplicados en marzo de 1963 sirvieron como «pretexto» para justificar el giro en la política informativa del periódico.
Dos días más tarde de que se hizo pública la reestructuración de la directiva del periódico, los grandes anunciantes iniciaron un regreso paulatino a sus páginas, aunque la situación no se normalizó hasta 1964.
En los años que siguieron al boicot, El Nacional no solamente logró recuperarse financieramente, sino que siguió siendo un diario innovador y de referencia, en cuya sala de redacción se formaron generaciones enteras y muchos de los periodistas más reconocidos de Venezuela.
Pero las dudas sobre esta operación sombría en su contra han persistido durante décadas.
Seis décadas más tarde, ese misterio finalmente ha sido desvelado.
*Créditos
Reportaje: Ángel Bermúdez
Edición: Daniel García Marcos y Liliet Heredero
Imágenes: equipo de periodismo visual de BBC Mundo
Fotografías de documentos del Archivo Británico: Norberto Paredes