Desde el punto de vista técnico, no hay mucha discusión sobre la necesidad de una reforma que mejore la calidad del gasto público y aumente la presión fiscal.
El Gobierno de una nación con tantas necesidades requiere de mayores recursos para hacer frente a las infinitas demandas de una población carenciada.
Los impuestos bien administrados son un mecanismo que tienen los Estados para inducir a la solidaridad social, pues están llamados a ser usados para propiciar el bien común.
Ahora bien, al margen de cualquier planteamiento técnico, está el sentido de oportunidad a la hora de someter al país a una reforma tributaria.
El Gobierno debe sopesar con prudencia si el momento que vive la economía mundial, con la innegable carga de incertidumbre, es el más adecuado para propiciar un reordenamiento tributario.
Siempre es el momento adecuado para gastar correctamente, pero no necesariamente eso se aplica cuando se trata de un reordenamiento fiscal.
El Presidente de la República se dirigirá hoy a la Nación para pronunciar un discurso sobre el cual hay muchas expectativas.
Son momentos difíciles para manejar la economía de un país y se necesita que todos empujemos en la misma dirección.