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El método IDEAL para la gestión

Hace unos diez años, mientras asistía a una formación sobre “pensamiento científico”, impartido por Coursera, una plataforma global de aprendizaje en línea que ofrece cursos, certificados, títulos y especializaciones de universidades y empresas líderes a nivel mundial, escuché por primera vez el concepto del “método ideal”.

Fue cuando el facilitador de la Universidad Nacional de México (UNAM) soltó una pregunta épica: ¿Quién conoce el método ideal?… como primera reacción, la mayoría de los participantes coincidió en que eso no existe. “Esta pregunta puede ser un gancho”, pensé rápidamente, como buena dominicana formada en la cultura de la sospecha.

La atinada, pausada y pedagógica explicación del profesor nos hizo cambiar de opinión y concluir en que sí, existe y resulta de mucha utilidad, si se aplica con claridad y conciencia en cualquier ámbito de la administración pública o privada, en la comunicación, la economía, la sociología, en fin, en todo o en muchas cosas, aunque originalmente se concibió en el campo educativo como una estrategia para la resolución de problemas.

El término IDEAL es el acrónimo de la esencia que define el método en cuestión y que genera una gran confusión, porque siempre se nos ha dicho que una cosa es lo ideal, ajena y hasta contradictoria con el día a día y al entorno, y otra, muy diferente, es la real.

IDEAL, como método de operatividad y de resolución, es Identificar, Definir, Explorar, Actuar y Lograr, cinco indicadores que, aplicados correctamente en cualquier norma y espacio de la vida, deberán rendir resultados importantes.

Como la administración pública necesita siempre comunicar sus decisiones con claridad, empatía y sentido lógico y hasta pedagógico, no estaría de más que los técnicos y profesionales, responsables del hacer y del decir, echen un vistazo al método IDEAL. Más allá de la legalidad formal (que siempre va a ser esencial), los actos administrativos deben ser comprendidos por los ciudadanos como expresiones de servicio público y es en este contexto en el que este método emerge como una herramienta poderosa para “humanizar la gestión estatal” y fortalecer la legitimidad democrática.

Es así como se puede interpretar el alcance del método:

Identificar: ¿Qué busca la decisión? ¿Cuál es el bien público que la motiva?

Definir: ¿Qué fundamentos legales, técnicos o contextuales la respaldan?

Explorar (Ejemplos): ¿Cómo se ha aplicado antes? ¿Qué casos ilustran o muestran su impacto?

Actuar (Acción): ¿Qué deben hacer los ciudadanos? ¿Cómo se implementa la medida?

Lograr: ¿De qué plazos, condiciones o recursos se dispone para alcanzar los objetivos?

Como se observa, el método IDEAL puede ser una brújula que contribuya a recuperar la confianza que desde hace mucho tiempo ha estado perdiendo la administración pública y sus gerentes muy bien pudieran comenzar a propiciarlo con comportamientos puntuales, como hablar claro, actuar con justicia y escuchar con humildad.

Este enfoque permite que las decisiones públicas no sólo se informen, sino que también se expliquen, se justifiquen y se dignifiquen, lo que induciría a que la propia ciudadanía las haga suyas. Aplicar el método IDEAL implica reconocer que el poder público debe ejercerse con transparencia, respeto y vocación de servicio.

A otros ámbitos de la vida democrática, como el de la comunicación social, también pudiera hacerle mucho bien adoptar el método IDEAL, por lo menos en lo que le compete como área que, igualmente, debe ser empática, lógica, orientadora, educativa, respetuosa y transparenta, lo cual ayudaría a evitar ambigüedades y a establecer expectativas claras.

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