El llamado de la Suprema

El llamado de la Suprema

El llamado de la Suprema

Franklin Puello

“Actualmente existen sospechas de que los jueces sirven o han servido a intereses divorciados del Derecho y la Justicia. Y para cuidar el Poder Judicial y su sagrada función, estamos obligados a demostrar que no es así”, indicó hace poco Luis Henry Molina, presidente de la Suprema Corte de Justicia, en una de las más recientes juramentaciones de abogados.

Este llamado del alto funcionario judicial tiene una clara visión de la labor que desde la Suprema Corte de Justicia se quiere promover en esa instancia tan prioritaria.

No es un secreto que la Justicia no ha gozado de la mayor credibilidad, ya que también es sabido que siempre ha estado arrodillada a intereses ajenos al bien de la colectividad, con magistrados alejados del sagrado deber de velar por la institucionalidad y de una correcta actuación para preservar los derechos de los ciudadanos.

De ahí que en una juramentación de abogados de este miércoles, Molina proclamó: “Les exhorto a actuar para mejorar el Derecho todos los días. Porque cada problema de la sociedad, cada barrera o cada desprotección se corrige con un mayor apego al Derecho”.

Siempre se ha cuestionado el que los más recientes miembros de la Suprema Corte de Justicia y de otras instancias de este aparato han sido designados de acuerdo al cristal político de turno y bajo el criterio de garantizar cierto nivel de impunidad, lo que implica cierto nivel de complicidad para mantener la administración de Justicia totalmente adormecida y bajo el fuego cruzado de la colectividad.

Se necesita de un mayor compromiso de los jueces, primeramente con su conciencia y en otro nivel con su responsabilidad como garantes de la paz social y de la seguridad jurídica.

No son en balde los llamados necesarios del presidente de la Suprema, pero esto no desvincula al Consejo del Poder Judicial, que ha mantener la vigilancia permanente y actuar con firmeza y dentro del marco de sus reglamentaciones para sancionar y expulsar “deshonrosamente” a aquellos magistrados que se desliguen de su deber.

Aunque se pueda asumir como una frase poética, tiene razón el presidente de la Suprema cuando insta a los jueces a “cuidar la función judicial, la vida y los derechos, la estructura de principios y formas que sostienen el Derecho y la convivencia que permiten mantener viva la esperanza”. Y los exhortó cuidarse de las ambiciones propias que no sirven para generar más valor del que extraen.

La independencia del Poder Judicial debe ser la inspiración para despojarse del descrédito acumulado por décadas, lo que puede asumirse solo con sentencias ejemplares y con la venda que solo ha servido para propiciar impunidad y complicidad.

El brazo sancionador de la Justicia debe y tiene que extenderse hasta los grupos que violenten la ley.

El escándalo sobre pagos de soborno de la constructora Odebrecht y en la compra de ocho aviones Súper Tucano, el desmantelamiento de la banda de narcotráfico y lavado de activos que se atribuye a César Emilio Peralta (César el Abusador) y el fraude cometido en el Banco Peravia y pueden ser aprovechados para que la judicatura trace el camino de esa independencia que todos deseamos.

Que quienes hayan cometido tropelías tengan que asumir su responsabilidad con largos años a la sombre.
Son esperanzadores de estos juicios de Luis Henry Molina en pro del respeto del ejercicio de los jueces, y constituyen directrices éticas que evidencian que la Suprema está preocupada por incidentes del pasado.



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