*Por el Dr. Luis Vergés
La historia de la humanidad ha estado marcada por el dominio y control de algunos imperios, los cuales se mantuvieron dominando sobre la base de la violencia. A partir de la segunda guerra mundial, el advenimiento de la era digital y el avance del Sistema Universal del respeto a los derechos humanos, el empleo abusivo de la fuerza física fue perdiendo terreno como método de control, lo cual es una buena noticia.
Sin embargo, parecería que ahora está surgiendo un nuevo imperio que pasa inadvertido a pesar de que convive con nosotros cotidianamente. Domina cada vez más las mentes de niños, jóvenes y adultos. Nos sumerge en un declive moral cada vez más agudo; contamina con mensajes frívolos la atmósfera de la comunicación, y derrumba todas las premisas que los principios universales han consagrado como saludables para la población mundial. Este enemigo silente genera adicción, sepulta los logros trascendentes de quienes lucharon por nuestras libertades, y elimina cualquier potencial que pueda cristalizarse en aportes trascendentes.
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El fenómeno al que me refiero es al imperio de la obscenidad. Es como un pulpo con muchos tentáculos, como lo podemos deducir a partir de los siguientes casos en el país:
- Comunicadoras y figuras públicas que admiten públicamente que viven en triángulo con hombres casados y se ufanan de obtener muchos logros, al decir de ellas, gracias a que no estudiaron.
- Hombres que graban videos insultando públicamente, sobre todo a mujeres, sin ningún tipo de filtros.
- Posicionamiento artístico de algunas figuras sobre la base de proferir improperios y vulgaridades en sus canciones.
- Supuestos “líderes” de opinión que lograron su proyección sobre la base de recurrir al insulto y presentar ante la población sus malos modales.
- Intentos de degradación social y humillaciones en base al uso de la violencia verbal en las calles.
- Figuras públicas que ocupan y aspiran ocupar posiciones como tomadores de decisiones, involucrados en escándalos de todo tipo.
El imperio de la obscenidad se fortalece cada día ante la mirada indiferente de la sociedad y, como consecuencia del mismo ya se observan algunas secuelas, entre las que se encuentran:
- Jóvenes que llegan a la edad de bachillerato y universitaria y no quieren estudiar al no verle sentido al esfuerzo. Después de todo, me confesaba un joven, “para que esforzarse tanto, mira ese no estudió, se la pasa diciendo malas palabras y hablando cosas frívolas y tiene dinero; en cambio mi padre se pasó la vida estudiando y no tiene nada”.
- Las personas que creen en la decencia y los buenos modales, son atacadas, y quienes no han fortalecido su identidad, piensan que son los que están mal.
- Se afecta el liderazgo de los padres ya que aspiramos y trabajamos para tener hijos e hijas con características como son: la honestidad, fidelidad, respeto, laboriosidad, confianza y sensibilidad. Mientras deseamos lo anterior, quienes más usan las redes sociales y los medios de comunicación modelan encuadres que incentivan todo lo contrario.
- Se produce un declive moral cada vez mayor, ya que ensalza los valores antisociales que una vez instalados y fortalecidos tardarán muchos años en repararse.
- Instituciones tradicionales, que son fundamentales para el desarrollo saludable de los ciudadanos, como la familia, escuela e iglesia, son burladas y descalificadas constantemente, ya que son las que tienen el poder de derrotar al imperio de la obscenidad.
Decía Martin Luther King que le, “preocupaban más las actitudes pasivas de la gente buena que las acciones de los malos”, y al recordar esta frase entiendo que somos culpables de lo que está pasando tanto por acción como en el caso de muchos, como por omisión como ocurre con la mayor parte de la población.
Nos hemos preguntado alguna vez lo que nos está costando como sociedad que se siga fortaleciendo el impero de la obscenidad. Sabemos que muchos de esos daños serán irreversibles y otros tardarán siglos en repararse.
- ¿Sabemos qué tan caro podría salirle al país dejar sin premisas morales a un solo joven? Y si son mucho más de uno, ¿Cuál será el impacto a futuro?
- ¿Sabíamos que cuando una persona se queda sin premisas morales como las que nos roba el imperio de las obscenidades, su vida se reduce a la búsqueda de lo que solo proporciona placer? ¿Y será posible sobrevivir en una sociedad llena de personas compulsivas, que insultan, no toleran, avasallan y ofenden la dignidad de los demás solo para ganar atención o sentir placer?
- ¿Qué pasará de aquí a cinco años si seguimos desmoralizando a nuestra juventud, cuando nos burlamos de sus ideales y el logro de sus metas, las que cursan por los métodos correctos?
Si seguimos como vamos, en pocos años, el ser decente será tratado como un delito. Ojalá que los verdaderos influencers reclamen su posición: los padres, docentes, líderes espirituales, actores comunitarios, comunicadores o líderes de opinión y políticos que estén dispuestos a ofrecer un ejemplo digno de ser imitado.
*El autor es psicólogo clínico y terapeuta familiar