Ayer un avión de la aerolínea Spirit, que hacía la ruta Fort Lauderdale-Hollywood (Florida) a Puerto Príncipe (capital haitiana) fue tiroteado mientras la tripulación se proponía aterrizarlo.
De acuerdo con información del presidente Luis Abinader, a quien se le preguntó por este asunto en LA Semanal, el fuselaje de la aeronave fue impactado por siete disparos.
Según agencias internacionales de información, los disparos fueron hechos con armas militares.
Con este ataque las bandas han puesto un nuevo ingrediente a la crisis en Haití: el del terror, que puede llevar al aislamiento definitivo del país.
Antes de este ataque había tenido lugar el anuncio de la destitución del primer ministro Garry Conille por parte del Consejo Presidencial de Transición, que ha señalado para la posición de jefe del Gobierno a Didier Fils-Aime.
La primera rebelión contra la decisión del Consejo Presidencial salió del propio Conille, que el fin de semana se resistía a una decisión que tachaba de contraria a la Constitución.
El tercer ingrediente lo agregaron las bandas armadas con el recrudecimiento de la violencia y la paralización de Puerto Príncipe.
En este contexto de dificultades políticas en el Gobierno y el recrudecimiento al parecer coyuntural de la violencia en las calles, ha tenido lugar el tiroteo contra el avión de Spirit.
Hasta anoche sólo se tenía la información de una asistente de vuelo alcanzada por una de las balas, pero al parecer ninguno de los 48 pasajeros sufrió lesiones visibles por el ataque.
Una acción de este tipo deja ver cuán profunda es la crisis en el vecino país y qué tanto trabajo le queda por hacer a los haitianos y a sus tutores en este esfuerzo por salir de foso a donde no llega la autoridad del Estado ni la obra de una administración efectiva.
¿Qué falta por ver en Haití?
