El grito popular: el dembow, espejo de la realidad de los barrios que ha sido ignorada

Exponentes narran con lenguaje destemplado la violencia, el hambre y la desigualdad. Creatividad. Construyen arte con beats descargados y lírica cruda
Santo Domingo. – En el transcurso de la historia, la música ha sido el lenguaje de los pueblos, refugio de los que no encuentran lugar en el discurso institucional ni acceso a la expresión social. Así han surgido ritmos, que incluso hoy forma parte de las bellas artes, pero que en el pasado eran vistos con desprecio.
El merengue y la bachata tuvieron que romper muchos obstáculos, incluyendo el desdén social porque eran vistos como algo de la periferia, hasta que se han convertido en los ritmos distintivos de República Dominicana.
Ambos en sus inicios fueron marginales, incluso objeto de grandes críticas por el uso del “doble sentido”, que no llegaba a la vulgaridad, pero si sobrepasaba los niveles de picardía que la sociedad de entonces tenía como aceptable.

El dembow en la actualidad recorre el mismo camino de crítica y desprecio, mientras crece y se expande en el gusto de una generación a la que poco le importan las formas y el fondo.
Rechazado por amplios sectores de la clase media y las élites culturales debido a la narrativa irreverente, directa y sin filtros de una juventud marginada que ha encontrado en este ritmo su espejo, su trinchera y su megáfono.
Las letras despachadas sin estéticas, como se dicen en los callejones. Nace y se desarrolla en los barrios populares, entre caseríos y techos de zinc, donde escasean las oportunidades, la educación formal y la movilidad social.
En ese contexto, los jóvenes han aprendido a hacerse visibles con los medios a su alcance: un celular, un beat descargado, una lírica que tal vez no pase por la sintaxis culta, pero que pulsa con la urgencia de una realidad brutal.
Eso explica que de un barrio como Capotillo hayan salido varios exponentes del dembow como son Chimbala (Laury José Tejada Brito), Yomel El Meloso (Christopher Hernández) y aunque el controversial Onguito Wa es de Villas Agrícolas, se ha vinculado al colindante Capotillo, o Kiko El Crazy (Kiko Alberto Ruiz), nacido en Santo Domingo Este, pero con gran impacto en Capotillo.

Entre las estrechas calles de Capotillo, que concluyen en cañadas, la orilla del río Isabela o en despeñaderos abruptos, se encuentran modernos estudios de grabación prácticamente solo para el dembow, entremezclado en una subcultura tipo favelas.
Muchos de los exponentes del dembow carecen de formación académica formal o al menos es algo precaria. Tienen vocabulario limitado, producto de entornos donde el acceso a la lectura es escaso y la escuela a menudo juega un rol deficiente.
Pero esa “escasez lexicológica” o el uso de términos destemplados no es necesariamente sinónimo de falta de contenido. Con frecuencia en su pobreza verbal, el dembow condensa una densidad testimonial que sacude, incomoda y revela.

Las letras del dembow no pretenden moralizar ni maquillar. Hablan de sexo, de dinero, de violencia, de aspiraciones cortadas por la precariedad.
A simple vista, pueden parecer vacías o incluso perniciosas, pero al analizarlas sin prejuicio se descubre una gramática del abandono, una poesía rota donde se nombran las heridas que la sociedad prefiere ignorar.
En el tema “Delincuente” de Rochy RD, por ejemplo, se escucha: “Eso es normal donde vivo: esperarte en un bloque y meterte 300 tiros/ delincuente, yo jugaba con pistola cuando niño”, una frase que, aunque cruda, retrata fielmente la realidad de muchos barrios.
Otras líricas
En “La máxima” de El Yala, el verso “Yo salí de la pobreza y no fue por la escuela, fue por la calle, fue con la secuela” resume una percepción ampliamente extendida: que las vías formales están cerradas y que el sistema no ofrece opciones viables.
En “Los aparatos” de Kiko El Crazy se dice: “La policía no entra pa’l bloque, si entra sale sin radio ni toque”, cuestionando directamente la autoridad institucional y reflejando la desconfianza profunda hacia las fuerzas del orden.
Kiko El Crazy, nacido en Santo Domingo Este, muestra una realidad de Capotillo en la zona norte de Santo Domingo, que recientemente quedó expuesta cuando varias agencias anunciaron como una acción trascendente el haber ocupado ese sector con la participación de 700 agentes y varias agencias de seguridad ciudadana, en adición de 50 fiscales.
Esa forma de expresarse, música creada por aplicaciones, videoclips hechos por celulares, ha desplazado de la radio al merengue y la bachada, forteleciéndose en las redes sociales de forma acelerada, ya que los medios convencionales no le dieron espacio.
La internacionalización de un ritmo de barrio
En la medida en que los exponentes del dembow se van relacionando con otros estamentos de la sociedad, se le nota un esfuerzo por mejorar la lírica y universalizar su mensaje.
Uno de los más exitoso en ese camino ha sido “El Alfa”, un ícono de los artistas urbanos que ha logrado abrirse paso a nivel internacional después de iniciar su carrera desde su natal barrio Herrera.
Este artista no ha estado exento de controversia, pero se ha mantenido de manera consistente desde 2013 cuando grabó “Coche bomba”, una producción en su momento rústica, con un videoclip casi casero, pero en el que se usaba el lenguaje usual del barrio y se mostraba la cotidianidad.
Esa ha sido la constante en los exponentes de este género.