Vladimir Putin no sólo está enfadando a los líderes desde Berlín hasta Washington. También está irritando a algunos de sus amigos más ricos haciendo caso omiso a sus ruegos de poner fin al conflicto con Ucrania y excluyendo a todos excepto a un puñado de tradicionalistas de línea dura.
La caída del rublo incrementó la oposición al apoyo, por parte de Putin, de la rebelión en Ucrania entre sus aliados más ricos, lo que ha llevado al presidente a reducir su círculo íntimo de docenas de confidentes a un grupito de oficiales de seguridad unidos por su respaldo a los separatistas, dijeron dos asociados desde hace largo tiempo.
Empresarios que durante mucho tiempo estuvieron cerca de Putin se hallan “ahora en la periferia”, dijo Sergei Markov, consultor político que ayudó a supervisar el referéndum en Crimea que llevó a la anexión de la península por Rusia en marzo.