Hombres, mujeres y niños de bateyes salen al recorrido que inicia la noche del Jueves Santo y finaliza el domingo. EFE
SANTO DOMINGO.-Colorido, con una mezcla de sonidos pegajosos y un estilo único de bailarlo, así es el gagá, una manifestación cultural dominico-haitiana que celebran miles de dominicanos y haitianos durante la Semana Santa en bateyes de algunas partes del país.
El Gagá es una mezcla de catolicismo y vudú que comenzó a expandirse por los ingenios azucareros de República Dominicana entre finales del siglo XIX y principio del siglo XX. Previamente ya se practicaba en zonas fronterizas.
Esta tradición nunca ha sido bien aceptada por parte de la sociedad dominicana, aunque lleva muchos años realizándose en bateyes del país, y según explica el sociólogo e investigador Carlos Andújar, se debe al prejuicio contra el tema haitiano, que es el blanco principal de la oposición a la negritud dominicana, y que es la negación africana y haitiana, proyectado, históricamente ante la conciencia nacional, que distorsiona todo lo que tiene que ver con Haití, incluyendo al gagá.
Durante la Semana Santa esta manifestación fue objeto de debates, debido a que autoridades de San Pedro de Macorís y el Ministerio de Interior y Policía habrían prohibido las demostraciones, lo que generó las reacciones de personas ligadas a la cultura por considerarlo una violación constitucional.
La Constitución establece el derecho a la cultura en su artículo 64, mientras que en el numeral 2 expresa que el Estado “garantizará la libertad de expresión y la creación cultural, así como el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades y promoverá la diversidad cultural, la cooperación y el intercambio entre naciones”.
Prejuicios
“El gagá tiene una carga de prejuicios que impide su masificación, ahora, es el ritmo más pegajoso de toda la religiosidad popular que nosotros tenemos.
El dominicano si lo oye menea hasta las orejas, pero no se atreve a asumirlo por su procedencia de origen haitiano. Hay simpatía a la rítmica y rechazo a lo que envuelve esa manifestación por ser de origen haitiano”, narró el sociólogo y catedrático.
Señala que es aceptado por el Ministerio de Cultura, sin embargo, en el Gobierno hay quienes no porque tienen la carga del prejuicio trujillista y el discurso nacionalistas.
Relación Semana Santa
¿Pero cuál es la relación de las fiestas de gagá con la Semana Santa? Según Andújar, el gagá coincide con los cultos a la fertilidad que se realizan al inicio de la primavera en África, por lo que el peso católico, ni en ritualidad ni en la simbología, es determinante en ese tipo de culto.
Esas procesiones se concentran en sus recorridos de viernes, sábado y domingo santos, en la búsqueda de un espíritu protector que se hace una ritualidad especial en el cementerio de la localidad, para pedir al varón de ese camposanto que un espíritu los proteja.
“Son las partes más sacralizadas, espiritualizadas o ritualizadas del culto. Después viene la protección de los miembros del gagá con una botella que se prepara para protegerlos, se les unta en forma de cruz en el cuerpo y la bendición de la parafernalia, los trajes y los instrumentos musicales que se van a desplazar al otro día, que ahí sí hay presencia católica con los rezos, pero aparte de eso más nada”, explicó Andújar.
Ninguna relación
¿Existe alguna relación entre el gagá, los congos de Villa Mella y otros ritos culturales que se practican en el país? La respuesta es no, y así lo afirma Andújar y la gestora cultural Roberta Brazobán, quienes están de acuerdo en que no tienen ninguna relación, ya que el gagá es un culto mágico-religioso y socio-religioso que se apoya en el vudú, mientras que el congo es un culto a los muertos, el pri pri es algo más secular y las velaciones son práctica de recordación a santos y difuntos, que son más del catolicismo popular.
Préstamo cultural
— Sello propio
El investigador Carlos Andújar afirma que el gagá no es una transculturación, sino un préstamo cultural. Pone de ejemplo el espagueti, que es un plato de origen italiano al que el dominicano le impregnó un sello propio.