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El futuro de la democracia

Aunque el título de este escrito ha sido tomado del libro homónimo de Norberto Bobbio (Italia, 1909-2004), que recoge varios artículos, algunos de ellos fruto de conversaciones entre él y el distinguido profesor italiano de teoría política Maurizio Viroli, la motivación a la que aspiro es poder ofrecer una reflexión sobre la nombrada "transformación" de la democracia (no de crisis, o de tendencia), pues, nuestra democracia no está enferma aún.

En una democracia enferma, el sistema democrático no contaría con elecciones, congreso, tribunales, o estos empezarían a perder su esencia: el respeto a los derechos, la separación de poderes, la participación ciudadana, la libertad de prensa.

Lo opuesto sería el concepto de crisis de la democracia, que experimenta un debilitamiento gradual de las instituciones jurídicas y políticas, y se pasa de un régimen democrático a uno dictatorial. Son estos los ejemplos que están suscitándose en varios gobiernos latinoamericanos, que nos obligan a cuestionar sobre el futuro de la democracia.

Las dictaduras constituyen en la actualidad un problema político social de primer orden, que exige la necesidad de desarrollar medidas concretas para que no se afecte la estabilidad, los derechos humanos y el desarrollo institucional de un país.

Los costes políticos de una dictadura como la de Venezuela son humanos, entrañan fisuras profundas en las relaciones de poder (ciudadanos-militares), en el vaciado de las instituciones democráticas (congreso, tribunales), las elecciones libres y justas (manipuladas para simular legitimidad), la no alternancia real en el poder (partido único), represión y violaciones de derechos humanos (uso de la fuerza para reprimir protestas y movimientos sociales y las detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones o asesinatos políticos).

Las últimas horas el cable nos trae muchas informaciones de narcotráfico a gran escala en la dictadura venezolana y una posible acción militar en contra de ese país. Si no fuera por la calidad humana de las figuras que gobiernan en ese país, las riquezas que ostentan, estos eventos preocupantes se tildarían de “mediáticos”.

¿Evitando una dictadura se puede decir que tenemos democracia? Lamentablemente no es sólo una falta de elecciones, sino un conjunto de problemas políticos estructurales: represión, corrupción, censura, impunidad y eliminación de libertades.

Es el extremo opuesto a una democracia saludable. Lo mismo esta degeneración está en Cuba y en Nicaragua, aunque con menos corrupción institucionalizada.

En República Dominicana debemos cuidar nuestra democracia, no debemos orillarnos a un abismo que no asemeje a Venezuela, Cuba, Nicaragua, o incluso a Haití, que también tiene en estado de gravedad su salud democrática.

Aun cuando Joseph Schumpeter (1883-1950) definió la democracia como el “método institucional para llegar a decisiones políticas, en el cual los individuos adquieren el poder de decisión mediante una lucha competitiva por el voto del pueblo”, el minimalismo ronda como “límite” de nuestra vida democrática. Estamos en la obligación de proteger e incluir con más razón una amplia gama de derechos, participación ciudadana y justicia social.

Es cierto que hoy tenemos elecciones libres y justas y, por ende, una rotación pacífica del poder, pero con todo y eso una democracia saludable no puede tolerar gobiernos autoritarios electos mientras sigan celebrando elecciones.

Esos límites hoy se han encontrado en los procedimientos propios de la democracia que intenta ampliarse hacia centros de poder dictatoriales.

Por suerte el país confía en su sistema político democrático, cuyo poder reside en el pueblo, y en una Junta Central Electoral que ha enfatizado en la participación ciudadana, en la rendición de cuentas y, sobre todo, en la más alta transparencia.

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