El fundamento de nuestra fe
Todo texto, sin importar su contenido, demanda ordenarlo en función de lo que es su núcleo, su fundamento, “colgando” el resto de lo escrito o dicho en el “gancho” que evita caiga.
A propósito lo percibo desde lo alto y no desde su base, ya que todo argumento tiende “gravitacionalmente” a caer si su enganche no es sólido.
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El Nuevo Testamento es la base del Cristianismo, y desde el mismo se “ve” al Antiguo Testamento.
Entre los textos neo-testamentarios encontramos dos reflexiones críticas que apuntan a la esencia de nuestra Fe.
Ambas en Pablo en la Primera Carta a los Corintios: “…que si Cristo no ha resucitado vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe.”
La otra afirma “Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy.”
Pablo asume frente a los Corintios estos argumentos críticos que develan lo esencial de la Fe cristiana: la resurrección y el amor.
Del primero los cuatro Evangelios lo centran, aunque esté al final, ya que todo lo previo de sus relatos apuntan a la Resurrección.
Del segundo abunda Juan en sus cartas y el mismo Jesús lo convierte en el centro de su predicación: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Incluso el juicio a las naciones de Mateo se dirime en base al amor al prójimo.
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