“Solo es concebible la ausencia de forma. No una persona, sino una cualidad. No un ser, sino una energía. No un dios , sino una divinidad. No una religión en particular – cristianismo, hinduismo, islamismo – sino religiosidad”. Osho
En estos días donde se enciende el debate sobre el aborto terapeútico, donde hemos tenido oportunidad de ser expectadores de las más tremendas y diversas posturas: desde lo inhumano, hasta lo folclórico, me animo a poner mi granito de arena en nombre de este experimento llamado humanidad, con profundo respeto al regalo llamado vida.
La sociedad humana está encajando su madurez, ya no se hace necesario el que se nos planteen la existencia de dioses poderosos que de manera sobrenatural premian y deciden el destino de nuestras vidas y entorno. Hoy por hoy, el ser humano ha acumulado infinidad de conocimientos científicos que le permiten moverse con libertad hacia espacios propios de mentes de mayor madurez y sapiencia; es así como a diferencia de otras épocas, podemos abrazar la vida con mayor profundidad y belleza.
El fruto de lo divino supera el cuerpo, la mente y lo material de esta Tierra, no existe manera de dañarlo, corromperlo o destruirlo: no es de este mundo, no pertenece a nuestra limitada dimensión. El aborto terapeútico se hace necesario para preservar con salud nuestras vidas, nuestra sociedad y nuestra especie… no está divorciado de lo divino hacer uso consciente de esta posibilidad.
A la sociedad dominicana le toca crecer, habrá quienes pataleen en nombre de querer dejar en manos de otros la responsabilidad de sus días, llorando por quedarse atados a creencias limitadas y limitantes, aún así, lo cierto es que se realizan abortos cotidianamente en nuestro país, poniendo en riesgo vidas humanas y creando vías de abuso y explotación innecesarios en los albores del siglo XXI.