Parece que tendremos que acostumbrarnos a los incrementos periódicos de la denominada Tasa de Política Monetaria del Banco Central, un instrumento técnico para domesticar la inflación.
Es una manera de incentivar el ahorro al conseguir tasas más atractivas en el sistema financiero, Y como el movimiento del circulante suele contraerse con este recurso, el dinero en manos de la gente se aprecia, o vale más, para decirlo en lengua llana.
Desde luego, esto es posible porque en las economías de países con los que República Dominicana tiene un intercambio comercial de primer nivel los incrementos de las tasas de política monetaria no se detienen, una decisión que, como en el caso de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América, afectaría al sistema dominicano en el caso de que se produzca un desbalance excesivo.
Uno de estos efectos negativos es el de la fuga de capitales, un riesgo permanente si llega a ser muy marcada la distancia entre tener el dinero en la economía dominicana y en la estadounidense.
Estos aumentos tienen otros efectos locales, algunos de ellos indeseados en una economía de consumo, como la nuestra, pero el sentido común dice que son decisiones necesarias como sistema de freno de la inflación y protección ante el entorno.
