El fin político del discurso

El fin político del discurso

El fin político del discurso

Rafael Chaljub Mejìa

El presidente Danilo Medina no es buen orador, pero es un político de grandes silencios. Y como al decir de muchos, a veces, el silencio es más elocuente que las palabras, con esos silencios suyos, el Presidente dice más de lo que expresan sus discursos.

Las palabras se hicieron para ocultar las intenciones, dijo el otro. El pasado 27 de febrero Medina habló por más de dos horas de los logros de su gobierno, que no son tantos como dice la propaganda, pero no caben dudas que los tiene; que tiene derecho a exhibirlos y propagarlos. Y como oposición no quita conocimiento, tampoco debe pesar saber reconocerlos.

Al mismo tiempo, el Presidente guardó silencio sobre temas acerca de los cuales se esperaba su opinión.

Y como entre políticos todo lo que se dice o se calla tiene su fin político ulterior, es ese silencio lo que más debe llamar la atención, porque tanto lo que dijo como lo que calló conducen a reafirmar la muy extendida apreciación de que la búsqueda de la reelección presidencial sigue vigente.

Esa hidra de siete cabezas, como la bautizó agudamente en una ocasión el vicepresidente don Augusto Lora, pesó mucho en la presentación presidencial. Ese día hubo evidencias.

Los grupos de manifestantes situados estratégicamente en lugares que el Presidente y su comitiva recorrerían en los actos oficiales, hubo aplausos que parecían programados con premeditación y “a buena fe guardada”. Y a la vez, hubo un importante signo implícito, que no salió a flote como las voces y pancartas, y ese signo fue el silencio del Presidente frente a los temas duros y ásperos.

Endeudamiento externo galopante, la corrupción que tanto preocupa a la sociedad, la manoseada ley de partidos trabada por las rivalidades internas del partido de gobierno.

Fue extenso presentando bondades y bienandanzas del paraíso en que vivimos y como nadie quiere dejar de vivir en el paraíso y falta mucho por hacer para perfeccionarlo, entonces hay que mantener en el Palacio al arquitecto del paraíso, y la reelección es el camino para lograrlo.

Esa fue la intención no confesada; justificar la pretensión reeleccionista, legitimar esa aspiración en nombre del bienestar y del progreso logrado, como el maná que cayó del cielo, por obra y gracia del señor Presidente. Analicemos lo que dijo, pero atendamos a la segunda intención oculta en su silencio.



Etiquetas