Fue una bomba política disfrazada como un informe de 345 páginas.
Las conclusiones de la investigación liderada por el fiscal especial Robert Hur sobre el manejo de documentos clasificados por parte de Joe Biden cuando dejó de ser vicepresidente en 2017 encendieron la precampaña para las elecciones presidenciales de noviembre.
La conclusión principal fue que el ahora presidente no enfrentaría cargos criminales por sus acciones, a pesar de la evidencia de que había “deliberadamente guardado y divulgado material clasificado».
Pero eso quedó en segundo plano. Entre las razones que Hur mencionó para explicar por qué decidió no hacer un juicio al presidente de 81 años fue porque probablemente infundiría la simpatía de un jurado que lo vería como un “hombre anciano, bienintencionado con una mala memoria”.
Esa frasé alimentó las dudas sobre la edad de Biden y su competencia para fungir otros cuatro años en el poder que se han estado hirviendo a fuego lento prácticamente desde que Biden llegó a la Casa Blanca.
Por lo tanto, la conclusión del fiscal aportará más combustible a los ataques de los republicanos y atizará las preocupaciones entre algunos demócratas de que el presidente no está capacitado para desempeñar el trabajo cuatro años más.
Es una narrativa que la campaña de Biden ha estado tratando desesperadamente de contrarrestar, explicó Chris Borick, director del Instituto Colegial Muhlenberg de Opinión Pública.
“En las encuestas vemos, una y otra vez, datos que sugieren que ese es su mayor lastre de cara a estas elecciones, que los votantes creen que es simplemente muy viejo como postularse”, expresa.
No sorprende, entonces, que el informe de Hur provocara que la Casa Blanca lanzara una enérgica contraofensiva que incluyó una rueda de prensa improvisada del presidente, donde afirmó que su memoria estaba “muy bien”.
“Por supuesto que yo sé qué estoy haciendo”, dijo Biden, visiblemente molesto.
Lapsus verbales
Encima de todo eso, el fiscal especial presentó evidencia específica para respaldar sus conclusiones. Escribió que, durante dos días de entrevistas, Biden frecuentemente fue incapaz de recordar detalles relevantes para la investigación.
Hur contó que había tenido dificultades para recordar los años que había sido vicepresidente o en qué año murió su hijo mayor, Beau Biden.
Fue esta última afirmación la que motivó una airada respuesta del presidente durante la rueda de prensa en la Casa Blanca el jueves en la noche.
“¿Cómo demonios se atreve a plantear eso?”, dijo el presidente.
La misma rueda de prensa echó más leña a los ataques contra Biden. A medida que el presidente contestaba preguntas sobre la guerra en Gaza confundió al presidente de Egipto, Mohamed al-Sisi, como presidente de México.
Ese traspié, no muy diferente a los lapsus verbales que Biden ha tenido en días recientes, revela el tamaño del desafío que enfrenta su aspiración para ser reelegido.
La mejor manera en la que el presidente puede abordar las preocupaciones sobre su edad es realizando una vigorosa campaña e incrementando sus apariciones públicas. Pero cada intento conlleva el riesgo de acciones que puedan alimentar las dudas existentes.
Reacción del equipo de Biden
La Casa Blanca ha hecho otros esfuerzos para diluir la potencia del informe de Hur. El abogado personal de Biden, Richard Sauber, intentó convencer al fiscal especial de eliminar las referencias a la agudeza mental y lapsus mentales de Biden, y escribió en una carta que ese tipo de lenguaje no era “preciso ni apropiado”.
Biden también señaló que había rendido su testimonio de dos días al fiscal especial poco después de los ataques del 7 de octubre de Hamás contra Israel; mientras estaba “en medio del manejo de una crisis internacional”, dijo.
Otros aliados de Biden han criticado la imparcialidad de Hur, indicando que fue designado a una Fiscalía por Donald Trump en 2017. No obstante, fue el fiscal general del gobierno de Biden, Merrick Garland, quien seleccionó a Hur como fiscal especial en la investigación de los documentos.
El equipo de Biden también reaccionó rápido para abalanzarse sobre los deslices verbales de su probable candidato opositor en noviembre, Trump, que tiene 77 años.
El expresidente recientemente confundió Nikki Haley, su rival en las primarias republicanas, con la expresidenta demócrata del Congreso Nancy Pelosi y se refirió al primer ministro húngaro, Viktor Orban, como líder de Turquía.
El mejor de los casos para la Casa Blanca puede haber sido que esta bomba política explotó en febrero, nueve meses antes de las elecciones.
Larry Sabato, director del Centro para Políticas de la Universidad de Virginia, dice que los cuestionamientos sobre la edad de Biden ya están esencialmente en la campaña electoral, por lo que el informe es dañino pero no fatal.
El público «de alguna manera ya sabían esto».
«Con que casualmente hayas visto cinco minutos de uno de sus discursos, ya sabía eso”.
Cuando los votantes estadounidenses finalmente vayan a las urnas, las afirmaciones contenidas en el informe del fiscal especial, que fundamentalmente rechazó considerar a Biden culpable, tendrán menos relevancia que asuntos como la economía y el aborto.
Por otra parte, en el peor de los casos para el presidente, quizás se trate de sólo el comienzo de una procesión de elementos para socavar a Biden atacando uno de sus atributos más débiles.
Y el paso del tiempo sólo apunta en una dirección. El presidente no se está haciendo más joven.