
En su labor de humanista y cientista social, el profesor Juan Bosch se ocupó de estudiar a profundidad la concepción de Estado, enfatizando en la diferencia entre gobierno y Estado, así como la distribución de este en tres poderes.
Al respecto, Bosch llegó a la sesuda conclusión de que en los países subdesarrollados la independencia entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial es una ofuscación, porque en los países donde el desarrollo político es precario no se percibe la existencia del Estado, al que siempre se confunde con el gobierno.
En su obra el Estado su origen y desarrollo, Bosch marca la diferencia conceptual entre Estado y gobierno, lo cual no significan lo mismo, aunque el gobierno es el administrador del Estado.
En la obra en cuestión, Bosch enfatizaba en que “los gobiernos son pasajeros y el Estado no lo es, por lo menos a corto plazo, sin embargo, lo que hace el gobierno, las responsabilidades que asume, obligan al Estado y este es el responsable de los compromisos que hacen los gobiernos”.
Es en ese contexto que para Bosch el gobierno es sólo el administrador del Estado, no el Estado mismo, por tales razones, sostenía que “el gobierno tiene la facultad de hacer los cambios en las personas que desempeñan funciones en el aparato del Estado, sean ellas militares o civiles de cualesquiera categorías, pero no puede desmantelar ese aparato sin provocar hechos graves”.
Más aún, sostenía que “la sustitución del aparato del Estado por uno diferente sólo puede ser llevada a cabo por una revolución victoriosa, y la revolución que no lo hace fracasa rápidamente porque no podría ejercer el poder político si el aparato del Estado no responde a sus órdenes”.
Al explicar de una manera didáctica y profunda los mecanismos de control del Estado, y al trabajar lo relativo al poder del Estado, Bosch entendía que “la organización política llamada Estado funciona como un aparato de cuyas entrañas surge el poder; y que ese poder reside en la capacidad que tiene éste de quitar la vida o la propiedad”.
También ocurre con “la de aplastar la libertad, ya sea aplicando la ley cuando esta manda pena de muerte o de prisión, ya sea matando en una guerra contra el pueblo o persiguiendo a sus enemigos hasta obligarlos a conducirse o a entregarse o a refugiarse en otros países”,
Bosch fue audaz y cauteloso al analizar e interpretar el rol del Estado ya que sostenía que este debe tratarse en el contexto de la problemática social y económica de cada país y observar de manera objetiva los procesos sociohistóricos, su temporalidad y causalidad de dichos procesos.
Esta concepción responde más bien a que el Estado es tanto una realidad histórica como una construcción teórica que corresponde a un modo de organización social definido territorialmente.
En la concepción del Estado moderno, la función de crear las leyes está asignada al poder congresual, sin embargo, este debe tener como fundamento la voluntad de los ciudadanos, que debe limitarse al contexto y existencia de la Constitución, la cual pone límites materiales y formales para establecer normas.
Por tales razones, las normas emanadas para regular las acciones de los ciudadanos deben ser legitimadas por estos y que no perforen el perímetro de la Constitución cuya reforma es concedida al poder constituyente para su validez.
Pero resulta que un Estado moderno requiere una fortaleza institucional con legitimidad de los ciudadanos capaz de promover una sociedad democrática, abierta, participativa y transparente lo que tiende a impactar en una mitigación de la desigualdad y mejorar los indicadores de la calidad de la democracia y la economía.
En virtud de que la economía, la política y la sociedad están entrelazadas, para promover un progreso social y económico es inminente que el Estado moderno obliga a sustentarse en una mayor calidad de la democracia y la institucionalidad para alcanzar una economía que beneficie a todos para ser incluyente.