La apertura del año escolar ha llegado acompañada de dos manifestaciones alentadoras que pueden ser observadas a lo ancho y largo del país: una, la alegría presente en niños y adolescentes por el hecho de estar de regreso en los planteles escolares; la otra, el reclamo de las comunidades para que el Ministerio de Educación repare y ponga en condiciones apropiadas escuelas en mal estado que han impedido el inicio de labores.

De la última de estas dos demostraciones de buena valoración por la escuela llamamos la atención. El gobierno no puede dejar solas a las comunidades en los justos reclamos de reparaciones, o sus diligencias a favor de los planteles escolares.

En algunos casos las denuncias comunitarias se refieren a filtraciones en los techos, deterioro del sistema sanitario, pintura en mal estado o mobiliario roto, todas condiciones que para el que mira desde fuera pueden parecerles subsanables con inversiones mínimas, pero que tal vez desde dentro se puede demostrar que las soluciones no son simples, como parecen.

No vamos a valorar en bien ni en mal si en el tiempo transcurrido entre marzo de 2020 y septiembre de 2021 se le debió dar mantenimiento a los planteles escolares, en vista de que la particular condición que vivíamos es una excusa para esta y muchas otras omisiones.

Lo que no es posible es que las comunidades sientan que no se les hace caso.