El presidente Luis Abinader ha solicitado al Congreso Nacional una prórroga de 45 días del estado de emergencia, que debe de hacerse efectiva a partir del domingo.
Recientemente ha sido aplicado un aligeramiento del toque de queda, que rige ahora de manera regular de 9:00 de la noche a 5:00 de la madrugada de lunes de viernes y a partir de las 7:00 de la noche sábado y domingo.
A estas alturas, unos 7 meses desde que fue anunciada la cuarentena en marzo pasado, pocos tienen idea de las implicaciones y la utilidad del estado de excepción.
Una demostración de que en este momento pocos tienen idea del sentido de esta medida y de las restricciones de la movilidad es el pulso perenne a la hora de hacer efectivo el toque de queda.
En esta edición de EL DÍA el sociólogo y académico Celedonio Jiménez afirma, en su habitual columna de los martes, que estamos ante un rebrote de formas de la violencia que habían mermado bastante desde mediados de marzo pasado. Con el señalamiento aporta evidencia empírica.
La prensa también recoge desde el fin de semana puntos de vista y afirmaciones de profesionales de la salud acerca del alto nivel de la consulta y la demanda de medicamentos por causa de ansiedad y depresión.
Por si se había olvidado, el fin último del estado de excepción en el que vivimos desde marzo es la preservación de la salud de las personas y la eficiencia del sistema sanitario, de manera que sea útil para la atención de los casos extremos.
Es posible que estemos ante efectos indeseados de una medida ideada para preservarnos en bienestar, que ha devenido en instrumento de control social. Y si es así, tal vez es oportuno recordar aquel viejo adagio según el cual, el “pasmo”, con tiempo, tiene remedio.